En lo que va del 2024, se han registrado 91 microsismos de baja magnitud con epicentros dentro del territorio de la Ciudad de México, según datos del Servicio Sismológico Nacional (SSN). Entre los factores que podrían contribuir a estos fenómenos se encuentra la sobreexplotación del acuífero del Valle de México, señaló Dora Carreón, investigadora del Instituto de Geociencias de la UNAM.
Carreón explica que la extracción masiva de agua subterránea crea huecos en el subsuelo, lo que genera un reacomodo de las capas superiores debido a su peso propio. Este proceso, conocido como subsidencia, puede originar deformaciones superficiales, fracturas y hundimientos.
El estrés hídrico, producto de la extracción masiva de agua, afecta gravemente a la Ciudad de México, donde entre el 60% y 70% del agua consumida proviene del subsuelo. Este fenómeno se ve agravado por las características heterogéneas del suelo en la cuenca del Valle de México.
Carreón subraya que el subsuelo de la ciudad está compuesto por materiales diversos, como coladas de lava, cenizas volcánicas y arcillas, que se deforman a distintas velocidades cuando se extrae agua. Esto provoca fracturas y hundimientos, especialmente en áreas con mayor actividad de extracción, como el oriente de la ciudad.
"Cuando sacas cualquier cosa del subsuelo, sea líquido, sólido o gas, las capas superiores se reacomodan. Si estos materiales tienen densidades diferentes, las deformaciones ocurren de manera desigual, lo que genera fracturas y movimientos en superficie", detalla la investigadora.
Aunque la sobreexplotación del acuífero ocurre principalmente en el oriente de la ciudad, los microsismos registrados tienen epicentros predominantemente en el poniente, específicamente en alcaldías como Álvaro Obregón, Miguel Hidalgo y Benito Juárez. Sin embargo, el movimiento de mayor magnitud en lo que va del año se reportó en San Andrés Mixquic, Tláhuac, con una intensidad de 3.4 el pasado 20 de marzo.
Carreón aclara que aún no se ha establecido una relación directa entre la sobreexplotación del acuífero y los microsismos. "Todo el sistema subterráneo está interconectado, por lo que es necesario un análisis más profundo para comprender los factores que contribuyen a estos movimientos", afirmó.
La investigadora propone explorar la posibilidad de utilizar zonas de recarga natural, como la Sierra de las Cruces, para inyectar agua o instalar pozos de filtración. Según Carreón, este método podría ayudar a lubricar las fallas subterráneas y mitigar los movimientos sísmicos, aunque advierte que se requiere más investigación para validar esta hipótesis.
"Necesitamos modelos, monitoreo constante e información precisa para entender mejor cómo el agua subterránea afecta los movimientos en la Ciudad de México", subrayó.
La instalación del grupo de Riesgos Geológicos, parte de la Red Ecos, es un paso importante hacia la comprensión de estos fenómenos. Este grupo, coordinado por las secretarías de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil, y de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México, busca desarrollar estrategias basadas en evidencia científica para abordar los riesgos asociados a la actividad geológica en la región.
La relación entre la sobreexplotación del acuífero del Valle de México y los microsismos es un fenómeno complejo que involucra múltiples factores, desde las características del suelo hasta la actividad humana. La creación de modelos y estrategias de monitoreo será esencial para prevenir daños mayores en una ciudad que enfrenta desafíos constantes derivados de su ubicación geológica y su alta densidad poblacional.