
Lo que prometía ser una noche inolvidable en la playa de Copacabana, con más de dos millones de fanáticos reunidos para ver a Lady Gaga, estuvo a punto de convertirse en una tragedia sin precedentes, luego de que las autoridades brasileñas confirmaran que un grupo extremista planeaba detonar artefactos explosivos en las inmediaciones del concierto gratuito que la cantante ofreció el 3 de mayo en Río de Janeiro.
La oportuna intervención de la policía evitó lo que pudo haber sido el peor atentado registrado en un concierto desde 2017.
Los agentes rastrearon perfiles, conexiones entre usuarios y mensajes cifrados que describían, con lujo de detalle, cómo ingresar explosivos en mochilas y camuflar los detonadores. Y es que los involucrados no solo planeaban generar caos en el evento, sino también documentarlo para difundirlo en redes sociales y ganar notoriedad dentro de comunidades digitales extremistas, siendo el concierto de la apodada “Mother Monster” el escenario perfecto.
Lo sucedido en Brasil reavivó una memoria que todavía duele: un atentado que sí se concretó el 22 de mayo de 2017 en Manchester, Reino Unido.
Esa noche, durante un concierto de Ariana Grande en el Manchester Arena, minutos después de haber terminado el show, un atacante suicida se inmoló al detonar una bomba casera en el vestíbulo del recinto, cobrando la vida de 22 personas, la mayoría jóvenes y adolescentes. Además, en promedio, 500 personas resultaron heridas.