
Mientras las autoridades insisten en que la seguridad está bajo control, el México real volvió a mostrar su rostro más crudo. La mañana del 21 de mayo de 2025, al interior del penal de Aguaruto, en Culiacán, Sinaloa, se desató una balacera que se extendió durante una hora. El enfrentamiento entre reos de grupos rivales movilizó a las fuerzas federales de los tres niveles de gobierno, destapando una operación criminal al interior de la cárcel y reviviendo también el historial de crisis que arrastra este centro penitenciario.
De forma inmediata, elementos de la Secretaría de Seguridad Pública de Sinaloa, Sedena, Guardia Nacional, Marina, la Fiscalía estatal y la Fiscalía General de la República conformaron un operativo de intervención.
Según el informe oficial, no hubo fallecidos ni heridos. Sin embargo, medios locales difundieron imágenes de los custodios resguardándose y de agentes disparando desde las azoteas.
En redes sociales han circulado videos donde se escuchan las ráfagas de arma de fuego y se observa cómo civiles, uniformados y visitantes se esconden ante el temor de ser víctimas de una bala perdida.
Una vez desplegado el operativo y controlada la situación dentro de la cárcel, la revisión incluyó módulos, celdas, áreas comunes y oficinas del penal de Aguaruto.
Al término de la movilización, las autoridades informaron sobre el aseguramiento de 11 armas largas, incluidas AK47, AR15 y una subametralladora P90; 14 pistolas de diversos calibres; 94 cargadores; una granada de mano y tres artefactos explosivos fabricados de manera artesanal.
También se decomisaron 181 dosis de presunta cocaína, 141 dosis de marihuana y 42 teléfonos celulares, además de una computadora portátil, una tableta, siete módems de internet, una antena Starlink y 22 dispositivos de radio comunicación.
Uno de los hallazgos más alarmantes fue un túnel de cinco metros de profundidad por quince de largo, justo debajo de las instalaciones del penal.
La estructura, aún en proceso de revisión, quedó asegurada por las fuerzas federales. Sin embargo, hasta el momento no se ha especificado si el túnel estaba en uso o si era parte de un plan de fuga que no se concretó.
Además de los objetos localizados al interior del reclusorio, las autoridades aseguraron tres vehículos en las inmediaciones, uno de ellos blindado y otro con impactos de bala.
La presencia de equipo de conectividad satelital como Starlink, propiedad del magnate Elon Musk, generó nuevas preguntas sobre el nivel de sofisticación con el que continúan operando algunos internos desde el interior de las cárceles.
En paralelo al operativo, las alarmas volvieron a encenderse tras el reporte de la desaparición de Eusebio N, un pastor evangélico de 50 años que ingresó ese día como invitado para participar en una ceremonia de egreso de reclusos.
Según su familia, perdieron contacto con él tras escucharse los primeros disparos. Aunque la policía confirmó que su vehículo fue localizado en el estacionamiento, no han brindado mayores detalles de la situación, excepto que permanece detenido por las autoridades del penal hasta confirmar su identidad como persona ajena al reclusorio.
En tanto, decenas de familiares de personas privadas de la libertad aseguran que no han sido informadas sobre lo que realmente pasó, generando incertidumbre y desconcierto, pues existen testimonios de personas que señalan haber visto cuerpos sin vida.
La situación en Aguaruto no es nueva. En 2017, este mismo penal fue clave en el fallido operativo del Culiacanazo, cuando integrantes del Cártel de Sinaloa se movilizaron para liberar a Ovidio Guzmán.
Un año después, se registró la fuga de 47 reclusos, algunos de ellos ligados al crimen organizado, quienes salieron por la puerta principal disfrazados de custodios.
En abril pasado, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos otorgó al penal una calificación de 6.76 respecto a sus condiciones operativas. Apenas hace dos semanas, una revisión sorpresa había permitido el hallazgo y aseguramiento de armas cortas, cuchillos, droga, celulares y más de 570 mil pesos en efectivo.
Aunque la intervención fue descrita por la Secretaría de Seguridad como rápida y efectiva, el saldo del motín, los hallazgos tecnológicos y el temor entre los familiares han generado cuestionamientos sobre el verdadero nivel de control dentro de las prisiones estatales. Incluso hay quienes denuncian tanto la omisión de información como un supuesto montaje para desviar la atención de lo que realmente pasa en el estado. Otros más aseguran que dicha situación no es más que un cuento de nunca acabar.
El penal de Aguaruto, hoy bajo control federal, se ha convertido en una muestra de lo que ocurre cuando la violencia institucionalizada dentro de los reclusorios rebasa cualquier estrategia de contención y también de seguridad.