Es una tradición llena de colores, olores y sabores, con lo que se les da la bienvenida a aquellos que se nos adelantaron, colocando una ofrenda con los platillos favoritos de la persona, con veladoras y flores de cempasúchil, invitando a los muertos a que visiten nuestro hogar.
La festividad del Día de Muertos se celebra el 1 y 2 de noviembre, es considerada “Patrimonio Cultural de la Humanidad” por la UNESCO. Pero esta tradición tiene siglos de existencia y se remonta a las culturas prehispánicas.
Esta tradición tiene sus orígenes en la época prehispánica, donde le rendían un tributo a la muerte. Eran los mexicas quienes viajaban después de morir a través de las nueve regiones del Mictlán (lugar de los muertos).
En la época prehispánica se le rendía tributo a los muertos durante la última semana de octubre y los primeros días de noviembre.
Cuando llegaron los españoles, la tradición sufrió modificaciones, con la finalidad de evangelizar a los pueblos indígenas. La celebración se comenzó a realizar el 1 y 2 de noviembre, ya que son considerados el Día de Todos los Santos y Fieles Difuntos.
A lo largo de los siglos la tradición se celebra estos días, con una mezcla entre las culturas prehispánicas y la religión católica.
El Mictlán es el inframundo mexica, donde iban las personas que morías por muerte natural, una vez ahí debían avanzar por las nueve regiones del inframundo y tenían que superar obstáculos, los cuales tomaban cuatro años.
Para llegar al Mictlán las almas debían cruzar un río, sólo podían hacerlo con un perro pardo para llegar a otra dimensión.
Una vez que la persona conseguía superar las nueve regiones y los obstáculos, su alma (tonalli) era liberada, por lo que podía descansar con Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, dioses del inframundo.
El Itzcuintlán es el lugar donde habitan los perros de Xólotl y el muerto debía atravesar con la ayuda de un xoloitzcuintle de color pardo.
Se cree que existían dos cerros que se abrían y cerraban. En aquel lugar habita Tepeyóllotl, señor de los jaguares y dios de las montañas y los ecos. Una vez ahí, el muerto debía buscar el mejor momento para cruzar sin que las montañas lo trituraran.
La montaña de obsidiana es donde habita Itztlacoliuhqui, dios de la odsidiana,
En el lugar donde hay mucha nieve habita Mictlampehécatl, dios del viento del Norte, se encarga de llevar al invierno desde el Mictlán hasta la tierra. Es la entrada al Itzehecayan ahí está cubierto por filosos pedernales, que desgarran los cadáveres de los muertos cuando escalaban para continuar su trayectoria.
El Pancuetlacaloyan “donde uno vuela y se voltea como bandera” es un lugar desértico con ocho páramos, donde los vientos soplan de tal forma que cortan como navajas y mandan a los muertos de un lado a otro.
Significa “lugar donde la gente es flechada”, aquí se acribillan a los cadáveres de los muertos que intentan atravesar.
Es el lugar “donde te comen el corazón”, habitado por Tepeyóllotl, además, repleto de fieras que abren el pecho del muerto para comerse su corazón.
“Donde se cruza el agua”, desemboca el río Apanohuacalhuia, donde los muertos que perdieron el corazón deben cruzar los nueve ríos de las aguas negras.
Chicunamictlan
Este es el final del camino por el cual los muertos debían cruzar, aquí está lleno de niebla que impide ver alrededor. Debido a la peligrosa travesía que el muerto debía cumplir, en este lugar es donde reflexiona sobre las decisiones de su vida, posteriormente, convirtiéndose en uno con el todo.
Uno de los elementos más importantes en esta celebración es sin duda la ofrenda, dependiendo de la región del país existen variaciones en los elementos que la componen, sin embargo, cosas que no pueden faltar son:
Velas o veladoras: representan la ascensión del espíritu y guían a las almas hasta el altar.
Flores: principalmente se utiliza el Cempasúchil, sirven como guía para las almas hacia la ofrenda.
Incienso: el olor es utilizado para invitar a los muertos a probar los alimentos colocados en el altar.
Sal: se coloca en un pequeño plato, funciona para el alma del difunto no se corrompa.
Agua: mitiga la sed de las almas y les brinda fuerza para regresar.
Papel picado: representa la unión de la vida y la muerte.
Alimentos: se preparan platillos que eran los preferidos de las personas cuando estaban vivas.
Pan de muerto: remite a los huesos del fallecido.
Calaveritas: representan a los difuntos.
Objetos personales: principalmente se colocan fotografías o pertenecías personales.