Su nombre era Dante Emiliano. Tenía doce años. Era un
menor de edad. Era un niño.
Cursaba primero de secundaria en la Escuela Federal José María Pino Suárez. Al salir de clases, se dirigió a casa de su abuela, ubicada en la calle 8 de octubre del municipio de Paraíso, en Tabasco.
Las versiones preliminares dicen que, estando en casa de su abuela, recibió una llamada. Después, salió a la calle, donde lo esperaba un coche con dos o tres sujetos a bordo. Dante Emiliano se acercó al automóvil, platicó con los tripulantes, discutió con ellos y, luego, forcejearon. Posiblemente, estaban intentando llevárselo a la fuerza. No se sabe bien qué pasó.
Lo único que sí se sabe es que uno de los hombres que iba en el coche le disparó tres veces.
En redes sociales se ha difundido el video de lo que ocurrió después. Las imágenes son muy dolorosas.
Estás palabras de Dante Emiliano ya se han hecho famosas porque son el símbolo de lo que decenas de miles de víctimas de la violencia sienten en nuestro país. “Me estoy quedando sin aire”. “No me quiero morir”.
Finalmente, el joven fue trasladado al hospital regional de Pemex, situado en Villahermosa, la capital de Tabasco, a unos 70 kilómetros de Paraíso. Por desgracia, ya hospitalizado, Dante murió unas horas después, debido a que había recibido daño en órganos vitales.
Por más que en México la violencia se ha normalizado, no debemos perder de vista la atrocidad de estos hechos. Un niño de doce años, baleado afuera de casa de su abuela, a plena luz del día.
La Fiscalía de Tabasco informó que ya está realizando las investigaciones correspondientes y que creó un grupo multidisciplinario para realizar las indagaciones.
Al principio, se dijo que Dante Emiliano había muerto tratando de evitar que secuestraran a su madre. Estos hechos ya fueron desmentidos tanto por el fiscal y el gobernador de Tabasco, como por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Todavía se desconocen los motivos detrás de este homicidio. Pero hay cosa que es muy importante dejar claro: nada, absolutamente nada, justifica ningún asesinato, y, mucho menos, tratándose de un menor de doce años.
El periodista José Cárdenas ha señalado que “Fiscalía de Tabasco no descarta posibles vínculos del niño asesinado con el crimen organizado”. Hay que ser muy cuidadoso con esta información, que tiende a revictimizar a un niño. Además, incluso si así fuera (cosa que no sabemos), Dante Emiliano habría sido víctima y no cómplice de los grupos criminales que lo habrían reclutado.
Por si fuera poco, ayer por la mañana, dos días después del crimen, se encontró el cuerpo decapitado de un hombre en la colonia Paso Nuevo del municipio de Comalcalco, vecino de Paraíso. Encima de los restos se halló una cartulina que decía: “Pescuezo, esto te va a pasar si sigues matando gente inocente, deja de matar inocentes como el niño de Paraíso. Los niños no se tocan”. Cerca de ahí, en Villa Chichicapa, se encontró otro cadáver, que también podría estar relacionado con el asesinato de Dante.
Las autoridades todavía no ofrecen más información sobre el tema. Sin embargo, si se confirma que los restos hallados son de los homicidas, tampoco estamos ante justicia, sino ante la venganza. Y no es que no nos indignemos ante el asesinato de Emiliano. Sino que asesinar a los presuntos homicidas sólo haría crecer la espiral de violencia que tiene a nuestro país ensangrentado.
Cabe aclarar que casos como este no son excepcionales en nuestro país. Ayer, otro menor de 13 años fue asesinado a balazos en las calles de Doctor Arroyo y Pantitlán, de la Colonia Adolfo López Mateos, al norponiente de Ciudad Juárez, Chihuahua. Otro adolescente de 13 años y un muchacho de aproximadamente 18 también resultaron heridos. Hasta este momento, no tenemos más información del estado de salud de estos jóvenes ni de los motivos del crimen.
Para rematar este ambiente de descomposición social en el que México está inmerso, ayer, desde la mañanera, el presidente López Obrador habló del caso de Dante Emiliano. Tras lamentar el asesinato y hacer algunas aclaraciones, dijo lo siguiente:
Esta declaración del presidente es inaceptable, miserable e inhumana.
Para empezar, hacer creer que él, y no Dante, es la verdadera víctima de esta situación. Ahora resulta, presidente, que sólo los corruptos se indignan ante la muerte de un niño de 12 años. ¿Dónde está el López Obrador que le hizo creer a los mexicanos que se conmovía ante las causas de los más necesitados?
“Antes callaban como momias. Ahora gritan como pregoneros”, dice el presidente. Nosotros no callamos. Quienes callan, por desgracia, son los 200 mil muertos que habrán sido silenciados al finalizar su sexenio. Y quienes gritan no somos nosotros, sino las víctimas, como la madre de Emiliano, quien declaró que al Gobierno “se le salió de las manos la delincuencia” y que “no confía en las autoridades”.
Quienes gritan son las víctimas como Dante Emiliano que se están quedando sin aire y que no quieren morirse.
Yo soy Adela Micha.