Tres días después del espectacular robo de ocho joyas valuadas en más de 100 millones de dólares, el Museo del Louvre reabrió este miércoles sus puertas, en medio de fuertes cuestionamientos sobre la seguridad en los museos franceses.
La policía francesa continúa la búsqueda de cuatro individuos que el domingo perpetraron el atraco en la Galería de Apolo, una de las salas más emblemáticas del museo más visitado del mundo. La operación delictiva, que duró apenas ocho minutos, ha reavivado el debate sobre las medidas de protección en los recintos culturales, especialmente en el Louvre, que en 2024 recibió nueve millones de visitantes, el 80% de ellos extranjeros.
El presidente Emmanuel Macron ordenó acelerar el refuerzo de la seguridad en el museo y en otros sitios patrimoniales. “El presidente indicó que ya se están implementando medidas de seguridad en el Louvre y pidió que se aceleren”, declaró Maud Bergeon, vocera del gobierno francés.
ROBO CON PRECISIÓN MILIMÉTRICA
Según la investigación, el asalto ocurrió poco después de la apertura del museo el domingo 20 de octubre, cuando un grupo de cuatro personas llegó al recinto con un montacargas, presuntamente obtenido mediante un falso contrato de alquiler para una supuesta mudanza.
Dos de los delincuentes utilizaron la maquinaria para acceder a un balcón del museo y, con ayuda de una sierra radial, forzaron una ventana para ingresar a la Galería de Apolo. En cuestión de minutos, sustrajeron nueve joyas históricas, entre ellas una diadema de perlas de la emperatriz Eugenia y un conjunto de collar y pendientes de zafiros pertenecientes a la reina María Amelia.
Durante la huida, una de las piezas, una corona, fue abandonada cerca del lugar del crimen.
INVESTIGACIÓN EN MARCHA
El ministro del Interior, Laurent Nuñez, aseguró a los medios CNews y Europe 1 que la investigación “avanza de forma activa” y confirmó que más de un centenar de agentes participan en las labores de búsqueda e identificación de los responsables.
El robo ha sido descrito por la prensa francesa como uno de los más audaces en la historia reciente del patrimonio cultural europeo, y ha llevado al gobierno a revisar los protocolos de seguridad de los museos nacionales, considerados guardianes de tesoros invaluables de la historia de Francia.