El asesino del líder limonero Bernardo Bravo ya tiene nombre y apellido.
Se trata de César Alejandro Sepúlveda Arellano, apodado “El Bótox” identificado por la Fiscalía de Michoacán como autor intelectual de su secuestro, tortura y posterior homicidio; por él, México ofrece una recompensa de hasta 100 mil pesos, pero su búsqueda no se limita al territorio nacional.
En Estados Unidos se ofrecen hasta cinco millones de dólares por información que lleve a su captura. Es en ese país, donde la justicica norteamericana lo persigue por su participación en redes transnacionales de tráfico de precursores químicos y drogas sintéticas, así como por mantener vínculos con organizaciones que amenazan la seguridad regional.
El homicidio de Bernardo Bravo no solo reveló la violencia que atraviesa el sector agrícola en Tierra Caliente, sino también la red criminal que domina el negocio del limón y la extorsión a productores. Detrás está “El Bótox”, líder del grupo criminal “Los Blancos de Troya”, aliado de “Los Viagras” y del “Cártel Jalisco Nueva Generación”.
César Sepúlveda Arellano es un viejo conocido en Tierra Caliente. Surgió de las filas de las autodefensas formadas en 2013 y terminó convertido en uno de los jefes criminales más violentos del occidente mexicano. Su grupo, “Los Blancos de Troya”, opera principalmente en los municipios de Apatzingán, Buenavista, Múgica y Parácuaro.
A diferencia de otros capos, “El Bótox” mezcla el discurso comunitario con la estructura delictiva. Se presenta como defensor del pueblo, paga entre 300 y mil pesos a mujeres y niños para que funjan como supuestas “autodefensas” y bloqueen los accesos cuando hay presencia militar, según relatan los propios pobladores. Además los más jóvenes los usa como vigías y a los adultos como escudos humanos para impedir el paso de las autoridades.
El liderazgo de “El Bótox” se sostiene a través de su familia. Su hermano, Cirilo Sepúlveda Arellano, alias “El Capi”, fue detenido por extorsión agravada a productores. Mientras, su hija, Joana Lizbeth Sepúlveda Valencia, y su yerno, Gerardo Valencia Barajas, alias “La Silla”, fueron arrestados por el asesinato de dos agentes de la Fiscalía General de la República apenas en febrero de este año. Sin embargo, aún con su gente cercana tras las rejas, las extorsiones han devastado la economía agrícola obligando a los productores a pagar cuotas diarias para continuar sus cosechas. Todo, mientras las familias campesinas viven bajo amenaza y los líderes que denuncian las extorsiones son asesinados.
Bravo fue encontrado sin vida el 19 de octubre dentro de su camioneta encendida, abandoanda en la carretera Apatzingán–Presa del Rosario. Un día antes, acorde a las investigaciones, había acudido a una reunión con Sepúlveda Arellano para pedir el fin de las extorsiones al gremio limonero, exigencia que terminó por costarle la vida.
Los registros de llamadas, las geolocalizaciones y los testimonios obtenidos por la Fiscalía colocan al líder criminal como el responsable directo de ordenar el crimen. El encuentro tuvo lugar entre las comunidades de San José de los Plátanos y Cenobio Moreno, donde la supuesta negociación se habría convertido en una emboscada.
El fiscal Carlos Torres Piña confirmó que la investigación avanza con apoyo de la Secretaría de Seguridad federal, aunque no descartó que el capo se haya desplazado hacia la frontera con Guerrero o hacia la costa del Pacífico.
En tanto, Michoacán sigue siendo el epicentro de la violencia agrícola con más de dos mil homicidios anuales, concentrando el mayor índice de asesinatos en municipios como Zamora, Uruapan, Ario de Rosales y Apatzingán.