
En Culiacán y en Irapuato, el miedo no es solo una idea. Está en las calles, en los trayectos al trabajo, en las noches silenciosas. En septiembre de 2025, 88 de cada 100 habitantes en ambas ciudades dijeron sentirse inseguros. Son los lugares donde la desconfianza pesa más y donde la rutina se mide por el riesgo.
La Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), elaborada por el Inegi, muestra que la sensación de peligro se extiende otra vez por el país. Después de meses de ligera calma, el miedo regresó. Hoy, 63 % de los adultos mexicanos considera que su ciudad es peligrosa.
Es un dato que, más allá de la estadística, retrata el ánimo social: más personas caminan con precaución, más familias ajustan sus horarios y más comerciantes bajan la cortina antes del anochecer.
Dos ciudades marcadas por el temor
En Culiacán, el miedo tiene historia. La violencia se mezcla con la presencia constante de grupos criminales, los retenes improvisados y los ecos de enfrentamientos. Los culiacanenses han aprendido a vivir con precaución, a medir sus pasos, a callar ciertos temas.
En Irapuato, el panorama no es distinto. Las extorsiones, los cobros de piso y los ataques a negocios son parte de la cotidianidad. Ocho de cada diez personas se sienten inseguras, y esa percepción no ha cambiado. Es una ciudad con comercio activo, calles transitadas, pero con una sombra persistente: la de la violencia que no se detiene.
En el mismo grupo aparecen Chilpancingo, Ecatepec y Cuernavaca, con niveles similares de temor ciudadano. Son territorios donde la desconfianza en las autoridades se traduce en calles vacías al caer la noche y vecindarios que se encierran tras las rejas.
El contraste del otro país
Mientras tanto, en el norte, San Pedro Garza García apenas registra 8.9 % de habitantes que se sienten inseguros. Piedras Negras y la alcaldía Benito Juárez en la Ciudad de México también aparecen entre los lugares donde la gente dice vivir con tranquilidad.
No se trata solo de policía visible o infraestructura moderna. En esas zonas, los servicios funcionan, las calles están limpias, hay alumbrado, y los gobiernos locales tienen presencia. En otras palabras, el entorno genera confianza.
Son contrastes que dividen a México entre ciudades donde el miedo organiza la vida y otras donde la vida puede seguir su curso sin mirar atrás.
Mujeres: el miedo cotidiano
La encuesta revela una diferencia clara entre hombres y mujeres. Ser mujer en México implica vivir con más miedo. Mientras 68 % de ellas considera que su entorno es inseguro, en los hombres la cifra baja a 56 %. El temor en razón de género no solo está en la calle o en el transporte público. También se cuela en los espacios privados: en el trabajo, en las escuelas, en los hogares. Tres de cada diez mujeres dijeron sentirse inseguras en su empleo; dos de cada diez, en su casa.
Las cifras confirman lo que la experiencia repite a diario: ellas enfrentan riesgos distintos, desde el acoso hasta la violencia doméstica. Es un miedo que no se disuelve con la luz del día.
Espacios de riesgo y rutina
La ENSU también identifica los lugares donde los ciudadanos se sienten más vulnerables. Los cajeros automáticos en la vía pública encabezan la lista, con 71.7 % de personas que los consideran inseguros. Le siguen el transporte público, las calles y las carreteras.
Son escenarios comunes, de paso obligado. Por eso, el miedo se instala sin aviso: al sacar dinero, al subir al camión, al caminar de noche. En el fondo, lo que se mide no es solo el delito, sino la sensación constante de que algo puede pasar.
La percepción como espejo
El Inegi aclara que la ENSU mide percepciones, no delitos. Pero en México, la percepción se ha vuelto casi una certeza. Cuando seis de cada diez personas sienten miedo, la estadística deja de ser abstracta.
El 34 % de la población cree que la inseguridad seguirá igual de mal el próximo año; otro 24 % teme que empeore. Apenas uno de cada cuatro confía en que mejorará. El país se mueve entre el pesimismo y la costumbre.
Un país dividido por el miedo
En Culiacán, los comercios cierran antes. En Irapuato, las familias cambian de ruta para evitar ciertos cruceros. En Ecatepec, las mujeres ya no caminan solas. Y mientras eso ocurre, otras ciudades como San Pedro o Piedras Negras muestran que la seguridad no es imposible: depende de políticas, de vigilancia, de continuidad y de comunidad.
La encuesta del Inegi no ofrece soluciones, pero muestra con claridad el pulso del país. Dos ciudades —Culiacán e Irapuato— se convirtieron en espejo de una realidad que no cede: vivir con miedo. El próximo informe se publicará en enero de 2026. Hasta entonces, el dato se mantiene: México volvió a sentirse inseguro.