
La madrugada del 11 de agosto de 2025, la calma de Tijuana se vio interrumpida por uno de los crímenes más violentos y perturbadores registrados en la ciudad fronteriza. Tres hombres fueron privados de la libertad, torturados, degollados y abandonados en bolsas de plástico cerca del panteón Monte de Los Olivos. Pero la situación no se detuvo en el simple hallazgo, sino que después emergió un trasfondo religioso inquietante: la sangre de las víctimas habría sido utilizada en altares dedicados a la Santa Muerte y a la santería.
Casi un mes después, el 7 de septiembre, la Fiscalía de Baja California anunció la captura de los presuntos responsables: Álvaro “N”, conocido como “El Santero”; Edgar “N”, alias “El Árabe”; y Ricardo “N”, alias “El Filos”. Los tres quedaron a disposición de un juez bajo cargos de homicidio calificado con ventaja, una figura penal que agrava la responsabilidad por la forma cruel en que se cometieron los hechos.
Fue alrededor de las 3:00 de la madrugada del 11 de agosto cuando automovilistas reportaron bolsas sospechosas tiradas junto a la Vía Rápida Oriente, a la altura del panteón Monte de Los Olivos. Al arribar, agentes de la Policía Municipal y peritos de la Fiscalía confirmaron lo que los primeros informes temían: eran tres cadáveres masculinos, maniatados con mecates, envueltos en plástico negro y con evidentes signos de violencia.
Uno de los cuerpos presentaba traumatismo encefálico severo; los otros dos tenían marcas claras de asfixia y cortes en el cuello. Aunque la escena fue procesada de inmediato por la Unidad de Homicidios Dolosos de la Fiscalía estatal, la violencia del hallazgo generó conmoción en una ciudad cada vez más marcada por las pugnas entre grupos del crimen organizado.
La investigación reconstruyó los hechos previos. Entre la medianoche y las tres de la mañana de ese mismo día, las víctimas habrían sido privadas de la libertad en un inmueble de la colonia Los Venados, delegación La Mesa. Allí fueron sometidas con golpes y asfixia. Todo bajo órdenes de “El Santero”, quien también habría indicado a sus cómplices que degollaran a las víctimas para extraerles la sangre.
Los criminales recogieron y almacenaron el líquido en recipientes que, según los peritajes, colocaron en altares improvisados dentro de la casa. El sacrificio tenía un fin específico: reforzar el poder del grupo criminal mediante prácticas de santería. Horas más tarde, los cadáveres, aún maniatados y envueltos en bolsas, fueron trasladados en una vagoneta Buick color arena hasta el sitio donde finalmente los abandonaron.
Las indagatorias permitieron identificar a los presuntos responsables, quienes no eran originarios de Baja California. Según la fiscal general, procedían de distintos estados, incluido el Estado de México, y apenas llevaban unos meses en Tijuana. Su objetivo era construir un nuevo liderazgo criminal en la frontera, una de las plazas más disputadas por su cercanía con Estados Unidos.
La estrategia para imponerse era simple y brutal: asesinar con crueldad, convertir los crímenes en rituales y generar terror entre rivales y comunidades.
Durante casi un mes, la Agencia Estatal de Investigación realizó labores de vigilancia, inteligencia, rastreo de domicilios y análisis de videos de seguridad, logrando finalmente que un juez librara las respectivas órdenes de cateo y aprehensión contra los sospechosos. Fue hasta el 7 de septiembre cuando los elementos de la dependencia irrumpieron en propiedades de las colonias Ignacio Ramírez y 20 de Noviembre.
La operación se ejecutó sin un solo disparo. Álvaro, Edgar y Ricardo fueron capturados y trasladados de inmediato ante el Poder Judicial de Baja California.
La fiscal María Elena Andrade Ramírez informó en conferencia de prensa que los detenidos ya enfrentaban cargos por homicidio calificado con ventaja y que las investigaciones continuarían para descartar la existencia de más implicados.
En los cateos realizados en los domicilios aseguraron tres viviendas vinculadas al grupo. En el interior, los agentes encontraron varios altares dedicados a la Santa Muerte, recipientes con sangre humana, veladoras, estatuillas de metal y restos de animales sacrificados.
“Cuando fueron detenidos se encontraron altares a la Santa Muerte, recipientes con sangre humana. Al parecer, degollaban a las víctimas para extraerles el líquido sanguíneo y verterlo en esos recipientes”, señaló la fiscal Andrade.
Peritos forenses confirmaron que la sangre estaba fresca y correspondía a seres humanos, aunque aún se realizan análisis genéticos para determinar si pertenece únicamente a las tres víctimas del 11 de agosto o si hay indicios de más personas sacrificadas.
La fiscalía sostiene que ambos factores pudieron coincidir: por un lado, buscaban eliminar a sus enemigos; por otro, usar sus muertes para “consagrar” a la célula emergente.
En sus declaraciones, la fiscal Andrade señaló que existía la sospecha de que otro líder del grupo aún permanece prófugo, pues los tres detenidos habrían actuado junto a una cuarta persona no identificada.
Por su parte, el fiscal especializado en homicidios, Miguel Ángel Gaxiola Rodríguez, agregó que no se descarta que este triple homicidio esté relacionado con otros hechos violentos recientes en Tijuana.
A la fecha, las líneas de investigación continúan abiertas y abarcan desde un ritual de iniciación hasta un mensaje dirigido a células rivales.
El caso ha provocado alarma social no solo por la violencia con la que fue cometido, sino por el simbolismo religioso que conlleva. En Tijuana, donde los homicidios dolosos comienzan a visibilizarse con regularidad, la revelación de prácticas de santería criminal ha sumado un matiz de miedo e incertidumbre.
Hoy, los tres detenidos permanecen en prisión preventiva en espera de la audiencia de vinculación a proceso. De ser hallados culpables, podrían enfrentar penas de hasta 50 años de prisión por cada homicidio.
La Fiscalía de Baja California enfatizó que el caso permanecerá abierto y que se dará seguimiento a todas las pruebas periciales, especialmente a los análisis de la sangre incautada en los altares.
Aunque en México existen antecedentes de criminales que mezclan violencia con cultos a la Santa Muerte, pocos casos han sido documentados con tanto detalle como en Tijuana. En este caso, los tres delincuentes no pertenecían a ninguna organización consolidada, sino que intentaban levantar su propia célula infundiendo el terror.
La FGE insiste en que se trata de un hecho aislado, aunque se mantienen a la expectativa para evitar que este tipo de prácticas se extiendan en la región.
La caída de “El Santero” y sus cómplices no solo significó la resolución de un triple homicidio, sino la exposición de un fenómeno poco visto en la frontera: el uso de rituales de santería como herramienta de poder criminal.