A pocas semanas de la Navidad, el mundo se prepara para celebrar una de las festividades más reconocidas del calendario, aunque no necesariamente de la misma manera. Mientras en México predominan tradiciones como arrullar al Niño Jesús, romper la piñata o cantar villancicos, en otras regiones las costumbres navideñas toman formas inesperadas, muchas de ellas basadas en mitos antiguos o adaptadas por el paso del tiempo.
En países de Europa Central aún pervive la leyenda del Krampus, una criatura mitad demonio y mitad cabra que, según la tradición alpina, acompaña a San Nicolás para castigar a los niños que se han portado mal. Esa figura, que en su origen provocaba auténtico terror, ha dado lugar a una celebración moderna conocida como Krampuslauf, un desfile en el que decenas de personas corren por las calles disfrazadas con máscaras grotescas, pieles y cuernos.
En Ucrania, la Navidad se vive con un toque más simbólico. Allí se acostumbra adornar los árboles con telarañas, una práctica vinculada a una antigua leyenda que narra cómo una familia sin recursos despertó en la mañana de Navidad para encontrar su árbol cubierto de telas de araña transformadas en plata y oro. Por eso, las telarañas artificiales se han convertido en amuletos de prosperidad para el nuevo año.
Italia guarda una de las figuras más peculiares de la temporada: La Befana, una anciana que vuela en escoba y entrega regalos el 6 de enero. De acuerdo con el relato popular, la viejita habría rechazado acompañar a los Reyes Magos en su camino a Belén, pero arrepentida salió posteriormente a buscar al niño Jesús, repartiendo obsequios a todos los niños que encontraba en su camino. Su llegada, más temida que la de Santa Claus en algunos pueblos, marca el cierre de las festividades navideñas italianas.
En Finlandia, la temporada inicia incluso semanas antes con el llamado Pikkujoulu, o “pequeña Navidad”, que reúne a familias y vecinos en convivios informales previos a las celebraciones principales. La gastronomía también juega un papel central: el tradicional arroz con leche conocido como joulupuuro suele esconder una almendra, y aquel que la encuentre recibe simbólicamente la buena suerte del año entrante. En algunas comunidades persiste incluso la costumbre de acudir al sauna en Nochebuena, una práctica que combina purificación, convivencia y tradición ancestral.
Las rarezas navideñas no terminan ahí. En los Países Bajos y diversas partes de Escandinavia aún se practica el Julebukking, una antigua costumbre en la que personas disfrazadas visitan las casas de sus vecinos para cantar villancicos, evocando una mezcla entre peregrinaje religioso y juego comunitario. Más al sur del continente, en regiones balcánicas se mantiene la tradición del Budnik, un tronco de roble que se corta especialmente la mañana de Nochebuena y se quema durante la noche como símbolo de protección y buen augurio.
Estas prácticas, por inusuales que parezcan, muestran la enorme diversidad con la que se interpreta la Navidad según la historia, la religión y el folclore de cada región. Mientras en algunos lugares la festividad se vincula con la abundancia y la luz, en otros prevalecen elementos místicos, supersticiones agrícolas o figuras que recuerdan raíces paganas. A pesar de sus diferencias, todas estas tradiciones comparten un mismo espíritu: la necesidad humana de celebrar, recordar y reunirse, aun cuando cada cultura lo haga a su manera.