Además, todo parece indicar que, en poco tiempo, ni siquiera podremos acudir al Instituto Nacional de la Transparencia y Acceso a la Información para exigir rendición de cuentas, porque es uno de los órganos autónomos que la 4T busca desaparecer. También inquieta que, fuera de la presidenta y del secretario de seguridad, cuyo poder mando se verá seriamente limitado, no habrá civiles ocupando puestos clave en el diseño de la estrategia de seguridad, con lo cual puede haber un desbalance enorme dados la fuerza, el poder y la importancia que la Secretaría de la Defensa tendrán en el manejo del país. No obstante, la iniciativa se consumó, y lo más importante ahora es que la Administración entrante desarrolle una estrategia de seguridad efectiva, defina objetivos, mejore las policías locales y estatales, diseñe un esquema de inteligencia, colabore con otros países y, sobre todo, pacifique al país, y logre frenar a los grupos delincuenciales y la violencia que, en este sexenio, nos legó 200 mil muertos, y le dejó el control de algunas regiones del territorio al crimen organizado… Porque ante los muertos y la sangre, no hubo ni habrá pretexto que valga.