El lunes lo dijo con una sonrisa: “El pueblo me ama y me regaló un collar.”
24 horas después, la frase se le volvió en contra.
La alcaldesa de Acapulco, Abelina López Rodríguez, había aparecido en un acto público con una cadena brillante en el cuello. Una joya fina, que pronto fue identificada por portales especializados como el modelo Vintage Alhambra de la firma francesa Van Cleef & Arpels, con un valor aproximado de 227,000 pesos.
A simple vista, parecía un detalle menor. Pero bastó esa cifra para encender un debate que, en cuestión de horas, se volvió nacional.
El lunes, la propia alcaldesa salió al paso de las preguntas con un tono ligero, casi de broma. “¿Yo qué culpa tengo de que haya un pueblo que me ame y que me regale cosas?”, respondió ante reporteros, convencida de que el comentario bastaría para cerrar el tema. No fue así.
Al día siguiente, con las críticas desbordadas en redes sociales, tuvo que matizar su versión. Desde Chilpancingo, frente a cámaras, reconoció que la historia debía aclararse.
“Fue toda esa narrativa de que Abelina se ha gastado 200,000 pesos. Niego categóricamente. Porque para empezar ni compré yo esa cadena. En el marco de mi cumpleaños me dieron regalos. Y ahí venía esa cadenita, ¿qué es?... Ni es de oro, pero lo bueno es que los entretengo.”
La escena, transmitida en medios locales, contrastó con la ligereza del día anterior. Su intento por suavizar el tema llegó tarde: para entonces, el collar ya tenía un precio estimado, un fabricante reconocido y miles de comentarios que cuestionaban si una servidora pública debía portar una joya de ese nivel.
El debate fue creciendo. En redes, unos la acusaron de frivolidad; otros defendieron su derecho a recibir regalos. Lo cierto es que el episodio colocó a la alcaldesa en un dilema visible: el de la congruencia entre la austeridad que promueve su partido y el lujo percibido en su imagen pública.
La funcionaria insistió en que no gastó un solo peso. Que el collar fue un presente de cumpleaños. Que no es de oro. Y que la polémica —según dijo— solo demuestra “que los entretiene”. Aun así, la frase provocó el efecto contrario: amplificó el tema y reforzó la percepción de desconexión con la ciudadanía de un municipio que todavía intenta levantarse tras los daños del huracán Otis.
El caso abrió otra conversación: la de los límites que establece la ley. En México, la Ley General de Responsabilidades Administrativas prohíbe a los servidores públicos aceptar obsequios que puedan implicar un beneficio personal o comprometer su imparcialidad. No importa si el regalo se entrega con afecto o por compromiso: el problema radica en el valor y en la interpretación pública del gesto.
Hasta ahora, Abelina López Rodríguez no ha revelado quién le obsequió la pieza ni si la incluirá en su próxima declaración patrimonial. Solo ha reiterado que “no costó eso” y que el revuelo fue exagerado. En su entorno aseguran que no habrá más aclaraciones. Que el tema, para ella, está cerrado.
En Acapulco, sin embargo, la frase “el pueblo me ama” se volvió consigna, meme y titular. Algunos la repiten con ironía. Otros con convicción. Lo cierto es que el collar —más allá de su precio o su material— se transformó en un símbolo incómodo: un objeto mínimo que resume las tensiones entre la política y la percepción social, entre el poder y la rendición de cuentas.
En los pasillos del ayuntamiento, los asesores intentan contener el daño. En la calle, la conversación sigue. Entre bromas y críticas, la historia de la cadenita corre de voz en voz. Y aunque la alcaldesa jura que no es de oro, la controversia sigue brillando.