
El 26 de agosto, en la Línea 5 del Metro de la Ciudad de México, la rutina de los usuarios se rompió justo en la estación Consulado. Un vendedor de merengues terminó rodeado por dos mujeres de la policía auxiliar que intentaban sacarlo del vagón.
El forcejeo entre los tres protagonistas quedó grabado en decenas de teléfonos celulares de los pasajeros, y en cuestión de segundos, las imágenes mostraron al hombre tratando de sostener su charola de merengues mientras las oficiales intentaban sujetarlo de los brazos.
En medio de empujones, los envases se volcaron y los merengues quedaron regados en el suelo.
Las grabaciones muestran cómo la mercancía se dispersa entre mochilas y zapatos, todo al tiempo que los pasajeros reclamaban el actuar de las policías mientras el comerciante intentaba liberarse.
La confusión creció cuando el convoy llegó a la siguiente estación. El hombre, en medio de los gritos de apoyo, logró descender y correr por los pasillos, escapando sin su charola y muy seguramente sin la cuenta del día para sustentar a su familia.
La indignación vino poco después a través de las redes sociales con la rápida difusión y viralización de la grabación.
Un par de horas más tarde, la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana de la capital emitió un comunicado explicando y aseverando que el sujeto fue sorprendido vendiendo dulces dentro del tren, lo que está prohibido por el Artículo 230 de la Ley de Movilidad y el Artículo 29 de la Ley de Cultura Cívica.
La dependencia señaló que, al indicarle que sería presentado ante un juez cívico, el comerciante se negó, se mostró agresivo y amenazó con golpear a las oficiales. La evidencia estaba en que varios pasajeros se encontraban comiendo los merengues en el vagón.
El reporte escrito concluyó que él fue quien forcejeó, tiró la mercancía e incitó a los pasajeros a intervenir. Y aunque finalmente escapó, los dulces restantes fueron asegurados y llevados al cubículo del jefe de estación, emitiendo una notificación a la Dirección de Inspección Policial de la Policía Auxiliar.
La indignación en redes creció cuando algunos consideraron el intento de detención como abuso de autoridad, mientras otros defendieron la postura de las autoridades. Sin embargo, el debate reabrió una vieja controversia: la visión de los vagoneros como parte del paisaje urbano frente a la exigencia de cumplir con las normas.
Más allá del forcejeo, la imagen que quedó fue la de los merengues esparcidos en el vagón. Envases aplastados, dulces regados y zapatos pisándolos sin remedio.
Dicha postal se convirtió en una metáfora: una representación de cómo la desigualdad se refleja en el Metro, donde la norma se aplica por encima de la sobrevivencia más básica de la mayoría de los mexicanos. Y es que, a la fecha, los vagoneros forman parte de la vida diaria del Metro, pues aun con la prohibición, diariamente decenas de vendedores recorren los trenes con botanas, audífonos o dulces. Su presencia está normalizada, aunque la ley la sanciona.
El incidente en la estación Consulado no es otra cosa más que la muestra de una tensión que existe día tras día.
En la Ciudad de México, más de la mitad de la población económicamente activa se sostiene de la informalidad, y el Metro, con más de cinco millones de pasajeros al día, es un espacio donde esa necesidad encuentra salida. Es así como vender en los vagones no es un delito en la percepción de quienes lo hacen, sino la única forma de llevar dinero a casa.