
Aún no se disipa el humo de la tragedia. El pasado miércoles 10 de septiembre, la volcadura de una pipa de gas en las inmediaciones del Puente de la Concordia, en la alcaldía Iztapalapa, provocó una explosión devastadora que dejó una estela de dolor en decenas de familias.
Según el último informe de la jefa de Gobierno, Clara Brugada, la onda expansiva afectó a 94 personas: ocho murieron, 22 están en estado crítico, seis más en condición grave y 39 se mantienen delicadas. Solo 19 personas han sido dadas de alta hasta ahora. Entre los fallecidos está Eduardo Noé García Morales, un maestro que dedicó su vida a enseñar, y que fue sorprendido por la tragedia mientras cumplía con su vocación.
García Morales era profesor de matemáticas en la Escuela Secundaria Técnica No. 53 ‘Adolfo López Mateos’ y en la preparatoria ‘Quetzales’ No. 327, en Los Reyes, La Paz. El día de la explosión se encontraba cumpliendo su horario de clases en la preparatoria, donde fue alcanzado por la onda expansiva. No sobrevivió.
Este viernes, su comunidad educativa lo despidió entre lágrimas, flores y recuerdos imborrables. En la Prepa 327, las clases fueron suspendidas en señal de duelo. Profesores, alumnos, exalumnos y padres de familia llegaron para rendirle homenaje al hombre que no solo enseñaba matemáticas o computación, sino que también dirigía actividades culturales, impartía clases de activación física e inglés, y animaba con entusiasmo los eventos escolares.
“Eduardo no solo era un maestro, era el alma de la escuela”, comentó una madre de familia, cuyos hijos ya egresaron del plantel. “Siempre tenía una sonrisa, una palabra de aliento y una energía que contagiaba. Era más que un profesor, era un formador de vidas”.
En la entrada de la escuela, se colocó un altar improvisado: veladoras, carteles con mensajes de agradecimiento, y una fotografía del maestro en uno de los festivales escolares. A su alrededor, oraciones y abrazos entre quienes aún no pueden creer que ya no está.
La tragedia del Puente de la Concordia ha dejado heridas profundas, y el nombre de Eduardo García quedará grabado como un símbolo de entrega, vocación y amor por la enseñanza. Murió como vivió: cumpliendo su deber, en medio de sus alumnos, siendo maestro hasta el final.