
Policías de Maravatío entregan a tres hombres al crimen: siguen desaparecidos
Entre gritos de familiares y con el estruendo de camionetas en marcha, tres hombres fueron arrebatados en plena calle por un comando armado a las afueras de la comandancia de Maravatío, Michoacán. Atrás quedaban sus padres, sus esposas, sus hijos... y cinco policías municipales que, en lugar de protegerlos, los entregaron al crimen organizado. Desde entonces, no se sabe nada de ellos.
Era la mañana del 28 de diciembre de 2024. Los tres hombres habían sido liberados legalmente por el Ministerio Público tras determinar que no existían pruebas suficientes para mantenerlos detenidos por supuestos delitos contra la salud. Habían pasado dos días arrestados y al fin salían, con la esperanza de regresar a casa.
Pero en las puertas de la agencia del MP los esperaban de nuevo. Cinco policías de la Guardia Civil y Seguridad Pública municipal —José Alexis “N”, Rodolfo “N”, Linda Trinidad “N”, María Isela “N” y Arturo “N”— les colocaron las esposas con el argumento de “recoger sus pertenencias” en la comandancia municipal. No había orden judicial. No había motivo.
Los subieron a patrullas, los llevaron a la cárcel preventiva municipal de Maravatío. Ahí, en las inmediaciones de la dirección de seguridad, sin que nadie hiciera nada, un grupo de hombres armados llegó en una camioneta Jeep Liberty. Descendieron con armas largas y se llevaron a los tres hombres frente a sus familias. Nadie volvió a verlos.
La complicidad y el silencio
La Fiscalía General del Estado de Michoacán documentó que el grupo armado operaba presuntamente bajo las órdenes del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y que los policías de Maravatío facilitaron la entrega de las víctimas al crimen. Incluso, fuentes de la fiscalía señalaron que los agentes habrían actuado bajo las órdenes directas de Mario Alberto Espinosa, director de la Policía Municipal, quien cuenta con una orden de aprehensión y permanece prófugo.
También se investiga al subdirector de la corporación por su presunta implicación en los hechos, aunque su identidad no ha sido revelada.
Las familias de las víctimas denunciaron lo ocurrido. Durante seis meses, esperaron en silencio, con la esperanza de un regreso que no llegaba. Entre llamadas sin respuesta y carpetas de investigación que avanzaban lento, se aferraron a fotografías y a la memoria de los últimos momentos antes de la desaparición.
El operativo y las detenciones
La mañana del 30 de junio, en un operativo conjunto del Ejército, la Guardia Nacional, la Guardia Civil y la Fiscalía de Michoacán, fueron capturados los cinco policías implicados. Maravatío amaneció con retenes en las calles, patrullas militares afuera de la comandancia y helicópteros sobrevolando la zona.
Los agentes fueron trasladados al Centro Penitenciario “Hermanos López Rayón” de Zitácuaro, donde quedaron a disposición de un juez que definirá su situación jurídica por el delito de desaparición forzada.
Michoacán, entre desapariciones e impunidad
El caso de Maravatío no es un hecho aislado. Michoacán reporta más de 6,900 personas desaparecidas o no localizadas, mientras que la violencia mantiene bajo asedio a comunidades enteras. Entre enero y mayo de este año, se registraron 499 homicidios dolosos en el estado.
Colectivos de familias buscadoras han denunciado en reiteradas ocasiones la complicidad de autoridades municipales con grupos del crimen organizado. Para ellas, cada detención de un funcionario vinculado con desapariciones forzadas es un paso hacia la justicia, pero no es suficiente mientras las víctimas sigan sin aparecer.
Lo que sigue
Los cinco policías enfrentan cargos por desaparición forzada. Sin embargo, para las familias de los tres hombres desaparecidos, la justicia solo llegará cuando sean localizados y puedan abrazarlos de nuevo, aunque sea para despedirse.
La Fiscalía continúa con las investigaciones en la región, en busca del director de la policía y del grupo armado que se llevó a las víctimas. Mientras tanto, la comandancia de Maravatío permanece bajo la sombra de la desconfianza y el miedo, en un estado donde las instituciones que deberían proteger a la gente se convierten, a veces, en el primer paso hacia la desaparición.