
El grupo musical se reunió por última vez el 25 de mayo. Horas después, la camioneta en la que viajaban desapareció de las cámaras y del radar de sus familias. Casi un mes más tarde, la Fiscalía de Tamaulipas confirmó lo que todos temían: los cinco integrantes de Grupo Fugitivo fueron asesinados e incinerados en una ladrillera en Reynosa.
Las pruebas de ADN permitieron identificar a tres de las víctimas, aunque las familias aún no han recibido notificación directa ni han tenido acceso a los restos. Diez personas están detenidas por el crimen y otras tres siguen prófugas.
Un evento que nunca ocurrió
Francisco Vázquez, Nemesio Durán, José Francisco Morales, Víctor Garza y Liván Solís —mánager del grupo— habían sido convocados para presentarse en una palapa en la colonia Riberas de Rancho Grande, en Reynosa. El contrato fue gestionado por un hombre identificado como Lino Andrés “N”, alias “El Didi”, quien aseguró que se trataba de un evento privado.
El grupo partió desde un punto de reunión en la colonia Reservas Territoriales, a bordo de su camioneta negra tipo SUV, con logotipos visibles de la agrupación. A las 22:04 horas, las cámaras del C5 captaron el vehículo en ruta hacia la colonia. Dieciséis minutos después, otra cámara mostró una camioneta gris siguiéndolos de cerca por avenida La Ribereña. Esa fue la última imagen antes de que perdieran contacto.
Según la investigación de la Fiscalía, fue entre las 22:04 y las 22:20 horas del 25 de mayo cuando los músicos fueron interceptados por hombres armados. Los bajaron de su unidad, los subieron a la camioneta gris y los trasladaron a una ladrillera en la colonia Aquiles Serdán.
Ahí —de acuerdo con los peritajes— fueron asesinados e incinerados en un horno industrial. Los restos calcinados fueron arrojados en un terreno baldío, a unos 300 metros de la ladrillera. En el lugar se hallaron fragmentos óseos, prendas de ropa, tierra manchada de sangre y otros indicios que apuntaban a la tragedia.
Pruebas de ADN y silencio oficial
Peritos estatales y federales trabajaron por varios días en el sitio del hallazgo. El fiscal estatal, Irving Barrios Mojica, informó que el laboratorio de genética logró extraer perfiles de ADN coincidentes con tres de los cinco músicos. No dio a conocer los nombres.
La investigación sigue en coordinación con la Fiscalía General de la República para identificar plenamente los restos. Las labores forenses continúan en curso, pero la comunicación oficial con las familias ha sido escasa.
Sonia Osorio, madre de uno de los músicos, declaró al diario El País que no han recibido ningún aviso formal sobre las identificaciones. “No tenemos confianza. Todo ha sido sin nuestro consentimiento, sin previo aviso. No vamos a descansar hasta encontrarlos”, dijo.
Las familias han solicitado una segunda opinión forense. Temen que las pruebas hayan sido manipuladas o que los restos analizados no correspondan a sus hijos. En redes sociales, compartieron fotografías del sitio donde fueron encontrados los fragmentos, denunciando que la zona aún contiene evidencia expuesta: una camiseta manchada, trozos de tela, fragmentos óseos a flor de tierra.
¿Quién los mató?
Hasta ahora, las autoridades han detenido a diez personas presuntamente relacionadas con el crimen. La mayoría estaría ligada al grupo criminal “Los Metros”, una facción del Cártel del Golfo con presencia en Reynosa. Entre los capturados figura Ulises “R”, alias “Fayuca”, presunto jefe de esa célula.
En total, se giraron órdenes de aprehensión contra 13 personas. Tres permanecen prófugas. La Fiscalía ofrece hasta 1.5 millones de pesos por información que conduzca a su captura. Se trata de:
- José Govany Ipiña Rosales, alias “Güero Nice”, “Güero Nike” o “El Gordo”
- Mario Lerma Armendáriz, alias “Chuco” o “Chuco Piedras”
- Francisco Javier Lerma Armendáriz, alias “Panchito”
Durante un operativo realizado el 29 de mayo, un grupo interinstitucional fue atacado a tiros en la zona donde ocurrieron los hechos. En esa acción fueron detenidas nueve personas y aseguradas dos camionetas: una negra, como la que usaban los músicos, y otra gris, como la que los siguió la noche de su desaparición.
Una herida abierta
El asesinato del Grupo Fugitivo ha estremecido al país y a la comunidad artística del norte de México. Para muchos, no se trató solo de un ataque contra cinco jóvenes, sino de un mensaje de terror contra quienes intentan trabajar en medio de la violencia.
A casi un mes de su desaparición, el caso sigue rodeado de preguntas sin respuesta: ¿por qué fueron convocados a ese evento?, ¿quién dio la orden?, ¿fue una trampa planeada?, ¿por qué incinerarlos?
Las familias insisten en que no habrá justicia sin verdad completa. Han comenzado a organizar misas y actos de memoria, y han exigido que la Fiscalía General de la República atraiga el caso por la presunta implicación del crimen organizado y por la desconfianza en las autoridades locales.
“Los vamos a buscar hasta el final”, repiten. Porque para ellos, aunque ya se hable de restos calcinados y análisis genéticos, aún no hay cierre. Solo vacío, preguntas y la esperanza de que el país no olvide lo que pasó con Grupo Fugitivo.