
Presuntos miembros del Cártel Jalisco Nueva Generación que operan en Veracruz no perdieron el tiempo y tomaron las calles del municipio de Tihuatlán para repartir despensas entre los miles de damnificados que dejaron las lluvias y las inundaciones.
Una emergencia que, si bien ha sido atendida por las autoridades federales y estatales, todavía no llega a todos los rincones. En medio de la desesperación y la ausencia de ayuda inmediata, el crimen organizado se adelantó al Estado y se presentó como salvador.
La escena, grabada en video y difundida en redes sociales, muestra a hombres armados con uniformes tácticos y pasamontañas descargando una camioneta repleta de bolsas de víveres, mientras los vecinos, formados en fila, esperan su turno.
Es entre esos mismos murmullos que algunos gritos apuran la entrega y ordenan alejar la cámara para que se vea completa la escena. Los paquetes transparentes llevan una etiqueta negra con la leyenda [“CJNG Octubre 2025”] y dos figuras de diablos portando tridentes. Dentro, productos básicos: papel higiénico, arroz, azúcar, frijoles y alimentos enlatados.
Y es que el municipio de Tihuatlán es uno de los más golpeados por las lluvias en el norte de Veracruz, donde continúa la emergencia. Carreteras cortadas, comunidades incomunicadas y cientos de familias sin alimentos ni agua potable. La Secretaría de Protección Civil reporta daños graves en las zonas colindantes con Poza Rica, mientras las autoridades estatales y federales siguen desplegando maquinaria, helicópteros y personal para rescatar a los ciudadanos aislados o atrapados.
Aun así, la ayuda es lenta, y fue este mismo retraso el que abrió un espacio para que grupos criminales, como el cártel de las cuatro letras, ocuparan el terreno.
El clip dura poco más de un minuto. Al fondo se distingue propaganda política del partido Movimiento Ciudadano, correspondiente a las elecciones de julio del año pasado, lo que confirma que las imágenes son recientes.
Los hombres fuertemente armados que descargan las bolsas no usan uniforme militar, pero sí equipo táctico. Con esa misma apariencia, los ciudadanos se acercan a recibir la ayuda, algunos con niños en brazos y otros con el lodo hasta las rodillas.
Al momento, ninguna autoridad federal o estatal ha emitido comunicado alguno sobre el operativo en Tihuatlán ni sobre la autenticidad del material videográfico. Tampoco se sabe cuántas despensas fueron entregadas ni si la acción forma parte de una estrategia más amplia.
El silencio institucional contrasta con la rapidez con la que las imágenes circularon en redes sociales y medios nacionales. Solo la presidenta Claudia Sheinbaum se pronunció al respecto, de manera obligada, al ser directamente cuestionada en Palacio Nacional, durante su conferencia matutina.
El contexto de la entrega de narcodespensas del Cártel Jalisco Nueva Generación es devastador. Las lluvias torrenciales que azotaron parte de la zona centro y norte del país en los últimos días dejaron al menos 64 personas muertas y decenas de desaparecidos en San Luis Potosí, Puebla, Hidalgo, Querétaro y Veracruz. Es en este último donde los municipios de Poza Rica, Álamo, Tihuatlán y Pánuco presentan las afectaciones más severas.
Es Veracruz donde miles de viviendas siguen bajo el agua, entre puentes colapsados, derrumbes, caminos bloqueados y localidades enteras sin comunicación. Y aunque los convoyes militares sí se están organizando, son los criminales quienes ganan territorialidad al estar cerca de la gente y operar dentro de las áreas afectadas.
Pero el hecho no es aislado. Las organizaciones criminales en México han utilizado la ayuda humanitaria como herramienta de control social en momentos de crisis, convirtiéndose en un patrón repetitivo donde intentan llenar los vacíos que deja el Estado.
Aparecen primero con cobijas, agua y despensas, pero detrás de esa supuesta solidaridad se oculta una estrategia: ganar simpatía, reforzar control territorial y reducir la denuncia ciudadana. Una comunidad que recibe favores difícilmente denuncia y, en muchos casos, termina protegiendo a quienes considera su único apoyo.
Es en Tihuatlán donde el CJNG hizo lo que el gobierno no alcanzó: llegar antes, ofrecer algo y dejar huella. Las bolsas transparentes con el sello del cártel son ahora parte del paisaje entre el lodo, los postes caídos y los techos destruidos.