
Alemania, durante años el centro productivo de Europa, no crecerá en 2025. El gobierno alemán ajustó su previsión a 0.0% tras un inicio de año con crecimiento marginal de 0.2% y una contracción previa del 0.2% en el último trimestre de 2024.
La situación se arrastra desde 2022. Las causas son múltiples, pero destacan el encarecimiento energético, tras la pérdida del suministro de gas ruso, y una industria debilitada que acumula más de dos años de caída. Sectores como el automotriz y la manufactura pesada han perdido competitividad frente a los altos costos operativos y la presión de la competencia global.
Además, las exportaciones alemanas sufrieron un golpe por los aranceles impuestos por Estados Unidos, lo que afectó su balanza comercial. Internamente, el país enfrenta falta de inversión tecnológica, burocracia excesiva y una escasez creciente de mano de obra calificada.
El canciller Friedrich Merz ha iniciado un plan para romper el freno constitucional al gasto público y canalizar inversión en infraestructura y energía. La expectativa oficial es lograr una recuperación gradual en 2026, con un crecimiento estimado del 1.3%.
Por ahora, la economía alemana sigue en pausa, obligando a su gobierno a repensar su modelo productivo y su papel como eje económico del continente.