
El Banco de México recortó su tasa de interés de 8.75 % a 8.50 %, en una decisión que responde tanto a la debilidad de la economía nacional como a un entorno internacional cada vez más incierto.
Durante el primer trimestre del año, el crecimiento fue de apenas 0.2 %, luego de una contracción previa. Banxico reconoció que la economía global perdió impulso y que las tasas altas ya comienzan a limitar la actividad interna.
La medida, que entra en vigor este viernes, no es una señal de relajamiento, sino un ajuste puntual, con espacio limitado.
Menor tasa, impacto mixto
El recorte podría traducirse en créditos ligeramente más accesibles, aunque no de forma inmediata. Las tasas que aplican los bancos suelen ajustarse con cierto desfase, y no todos los productos financieros responden igual. Al mismo tiempo, los rendimientos de instrumentos de ahorro —como cuentas a plazo o pagarés— también tenderán a bajar, lo que afecta a quienes dependen de intereses fijos para conservar valor.
El cambio no representa un alivio generalizado, pero sí una señal de que el costo del dinero empieza a ceder tras dos años de mantenerse elevado.
Inflación: estable, pero lejos del objetivo
En abril, la inflación general fue de 3.93 %. La subyacente se mantiene debajo del 4 % desde hace ocho meses. Aun así, Banxico proyecta que la meta del 3 % no se alcanzará antes del tercer trimestre de 2026.
Entre los riesgos que podrían frenar este objetivo están el tipo de cambio, los costos climáticos y la persistencia de precios altos en servicios.
Sin margen para errores
La Reserva Federal en Estados Unidos mantuvo su tasa sin cambios. En México, el recorte no implica un nuevo ciclo expansivo. El banco central mantendrá cautela, pendiente de cualquier repunte inflacionario o deterioro externo.
La próxima decisión se tomará en junio. Hasta entonces, Banxico apuesta por el equilibrio: aliviar, sin soltar el control.