
La mañana del 10 de septiembre no fue una cualquiera para los millones de aficionados que sueñan con estar en los estadios del Mundial 2026.
Desde temprano, la página de FIFA Ticketing se convirtió en el punto de encuentro de fanáticos de todo el mundo. En pantalla, una cuenta regresiva daba paso al inicio de la primera fase de boletaje. Lo que parecía un trámite más escondía un detalle que marcó la diferencia: los precios ya no son fijos. Ahora, por primera vez, se aplicará un modelo dinámico que ajusta el costo de cada boleto según la demanda.
La primera fase: solo para unos cuantos
El arranque llegó bajo el nombre de Visa Presale Draw. Un sorteo exclusivo para quienes cuentan con tarjeta Visa y un registro previo en el sistema. El plazo estará abierto hasta el 19 de septiembre, y la dinámica es clara: no basta con querer comprar, hay que ser seleccionado. A partir del 29 de septiembre se notificará a los ganadores y, el 1 de octubre, se abrirán las ventanas de compra en horarios escalonados.
El sistema busca evitar saturaciones, pero también genera incertidumbre: miles de aficionados tendrán que esperar la suerte de un correo electrónico para saber si podrán adquirir un lugar en las gradas.
Sorteos y fases que marcarán el camino
No será la única oportunidad. FIFA confirmó que habrá tres fases antes de que el boletaje se abra en venta directa.
La segunda está programada para finales de octubre, con otro sorteo de acceso.
La tercera iniciará después del sorteo oficial de grupos, previsto para el 5 de diciembre, con entradas ya asignadas a partidos específicos.
Una cuarta y última fase permitirá comprar boletos en tiempo real, bajo el esquema de “orden de llegada”, hasta agotar existencias.
Para muchos, el proceso no solo se siente largo, sino desgastante: semanas de espera, registros, sorteos y, en medio, la sombra de los precios cambiantes.
Los números detrás de la ilusión
El costo de estar en la fiesta del fútbol ya tiene cifras concretas. Un boleto sencillo para la fase de grupos puede comenzar en 60 dólares, pero si el destino es la final, el precio escala hasta los 6 mil 730 dólares.
Es la primera vez que FIFA impone un sistema de precios dinámicos, similar al de aerolíneas y conciertos, en el que el valor no está escrito en piedra: sube o baja dependiendo de la demanda, del momento y hasta de la rapidez con que se confirme la compra.
El cambio genera desconcierto. Lo que ayer pudo costar 120 dólares, mañana quizá ronde los 300. La ilusión de estar en un estadio se convierte también en una carrera contra el tiempo, donde cada minuto puede encarecer la entrada. Para los organizadores, se trata de “equilibrar la experiencia del aficionado”; para miles de hinchas, el riesgo de que la pasión tenga un precio cada vez más inalcanzable.
Límites y la promesa de frenar la reventa
La FIFA sabe que cada Mundial abre también otro partido en las calles y en internet: el de la reventa. Esta vez, el organismo intenta poner reglas más duras. Nadie podrá comprar más de cuatro boletos por partido ni más de diez partidos en total. La idea es sencilla: impedir que un puñado de compradores acapare entradas para después revenderlas al triple de su precio.
Junto a ese límite, se anunció la creación de una plataforma oficial de reventa. En teoría, será el único espacio donde los aficionados puedan revender un boleto que no usarán, bajo condiciones controladas. FIFA lo presenta como una garantía de seguridad para los fans.
Pero la reacción en las gradas virtuales no fue de alivio, sino de desconfianza. Muchos recuerdan lo ocurrido en torneos pasados: páginas colapsadas, boletos clonados, estafas que arruinaron viajes enteros. Ahora temen que el mercado negro no desaparezca, sino que se disfrace bajo el sello de “oficial”.
En Nueva York, incluso un legislador levantó la voz. Zohran Mamdani pidió que al menos una parte de las entradas se reserve a precios accesibles para los residentes locales y que se fijen límites más claros a la reventa. Para él, la pasión del fútbol no debería convertirse en una subasta disfrazada de legalidad.
Así, mientras los estadios se preparan para recibir a 48 selecciones y más de cien partidos, los aficionados libran otra batalla: conseguir un boleto sin sentir que la fe futbolera se juega en un mercado paralelo.
Una Copa que ya se juega fuera de la cancha
El Mundial 2026 será histórico. No solo por el número de equipos y partidos, sino por la manera en que los aficionados acceden a él. Las tribunas estarán llenas de quienes lograron ganar la lotería digital del sistema de FIFA.
De aquí a diciembre, el calendario de fases marcará la ansiedad de millones. El fútbol aún no rueda, pero la primera batalla ya comenzó: la de conseguir un asiento en alguno de los estadios que recibirán la mayor Copa del Mundo jamás organizada.