
Una intensa bola de fuego iluminó la noche del miércoles el cielo del sur de Texas. A las 23:01 hora local, el megacohete Starship 36, una de las naves más avanzadas del programa espacial de SpaceX, explotó durante una prueba estática en la base de operaciones conocida como Starbase, propiedad de la compañía fundada por Elon Musk.
La explosión ocurrió mientras se realizaba un ensayo de ignición de motores previo al esperado décimo vuelo de prueba orbital. La estructura, anclada a tierra, estaba siendo sometida a una prueba de fuego estático, diseñada para verificar el rendimiento de sus motores, tanques de combustible y sistemas de presión. Fue en ese contexto que una “anomalía importante”, según palabras de la propia empresa, provocó la detonación del vehículo.
A pesar de la magnitud del estallido, no se reportaron personas lesionadas. Autoridades del condado de Cameron y equipos de emergencia confirmaron que todo el personal de SpaceX fue evacuado a tiempo y se mantenía sano y salvo. El incidente también activó protocolos de seguridad alrededor del sitio, con apoyo del Departamento de Bomberos de Brownsville, que se desplazó hasta la zona para atender el incendio derivado de la explosión.
SpaceX confirmó en un comunicado que su equipo “trabaja activamente para asegurar el área de pruebas y sus alrededores inmediatos, en colaboración con las autoridades locales”. Además, reiteró que no existe riesgo para los residentes de las comunidades cercanas, aunque se recomendó evitar acercamientos mientras continúan las operaciones de evaluación.
El Starship 36, también identificado como "Ship 36", estaba programado para protagonizar el décimo ensayo de vuelo orbital del programa. En los últimos meses, ya había superado satisfactoriamente pruebas criogénicas y un encendido controlado de un solo motor. Esta era la segunda prueba estática completa en tierra antes del lanzamiento.
La nave, de 123 metros de altura y 33 motores Raptor en su base, es el sistema de lanzamiento más grande y potente jamás construido. Diseñada para ser completamente reutilizable y capaz de transportar más de 150 toneladas de carga, la Starship es la pieza central del ambicioso plan de SpaceX para misiones lunares, marcianas y otras operaciones interplanetarias.
Sin embargo, este no es el primer revés. El programa ha estado marcado por una sucesión de accidentes: explosiones en pleno vuelo, pérdidas de control y destrucciones intencionales tras desviaciones en trayectoria. En la última misión, realizada en mayo, la nave logró llegar al espacio, pero se perdió sobre el océano Índico tras una falla en su reingreso.
Elon Musk, fundador de SpaceX, comentó en su red social X que los datos preliminares apuntan a una posible falla en un recipiente de presión compuesto (COPV), un componente clave del sistema de propulsión. De confirmarse, sería la primera vez que este diseño específico falla desde su rediseño posterior al accidente de un Falcon 9 en 2016.
La nave afectada formaba parte de una nueva serie de prototipos en los que la empresa validaba mejoras estructurales, de empuje y recuperación, esenciales para alcanzar los estándares orbitales requeridos por la NASA y la FAA (Administración Federal de Aviación).
Los COPV ya habían sido foco de atención en investigaciones anteriores por su sensibilidad a los cambios térmicos y presión extrema. Un nuevo fallo en este sistema obligaría a revisar todos los vehículos equipados con tecnología similar, incluidos los lanzadores Falcon Heavy.