
El campo de Durango enfrenta un nuevo desafío. Miles de hectáreas de frijol y maíz han sido invadidas por el chapulín, una plaga que en cuestión de días puede destruir cosechas enteras. Productores de municipios como Canatlán, Pánuco de Coronado y San Juan del Río trabajan contra reloj para frenar la propagación, mientras las autoridades federales y estatales despliegan medidas de emergencia.
Según datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural de Durango, al menos 6 mil hectáreas se encuentran ya afectadas por la presencia del chapulín. La mayoría corresponden a siembras de frijol, aunque también se ha detectado daño en cultivos de maíz. El secretario Jesús López Morales confirmó que la situación es crítica y que los apoyos de insecticidas se han intensificado en las zonas más golpeadas.
Una plaga recurrente
Ismael Ayala Salazar, representante de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) en el estado, explicó que cada año las plagas amenazan al campo duranguense. En esta temporada, además del chapulín, permanecen activas el gusano cogollero y la mosquita de la fruta. Sin embargo, la expansión del chapulín es la que más preocupa por la rapidez con la que puede avanzar.
Estrategia contra la plaga
Para contener el problema, la Federación y el gobierno estatal han destinado 28 millones de pesos a programas de sanidad vegetal. El 80 por ciento proviene del presupuesto federal y el 20 por ciento del estatal. Una parte importante de esos recursos se ha enfocado en la compra de insecticidas y en la operación de dos drones que esparcen veneno en los campos.
En Canatlán, los productores recibieron gratuitamente dos botellas de 250 mililitros de insecticida y un litro de malatión por cada agricultor. Sin embargo, la aplicación depende de los propios campesinos, quienes deben emplear mochilas fumigadoras, tractores con aguilones y sus propios recursos para cubrir la superficie afectada.
El comité de Sanidad Vegetal también ha distribuido el insecticida LUCAMDA 70 CE, con el que se fumigaron recientemente 700 hectáreas de frijol en la comunidad La Soledad, en Canatlán. En total, se entregaron 350 dosis a los agricultores.
Limitaciones en el combate
A pesar de los esfuerzos, las herramientas resultan insuficientes. Los dos drones no alcanzan a cubrir en tiempo real las más de 6 mil hectáreas en riesgo. Ayala Salazar advirtió que, si se dependiera únicamente de estos equipos, la plaga se expandiría más rápido que la capacidad de respuesta. Por ello, los propios productores han tenido que reforzar la fumigación con mochilas y tractores.
“Si nos esperamos a que un solo dron atienda a todos, no alcanza”, reconoció el funcionario.
Apoyos y vigilancia constante
Las brigadas de sanidad vegetal mantienen recorridos en los municipios más afectados. Además de distribuir insecticidas, asesoran a los agricultores sobre la manera correcta de aplicarlos y supervisan que los trabajos se realicen de forma continua. El objetivo es contener los brotes antes de que se extiendan a otras regiones del estado.
En paralelo, el monitoreo se mantiene activo en los cultivos de maíz para detectar la presencia del gusano cogollero, otra plaga que puede causar estragos en cuestión de semanas.
López Morales reconoció que muchos no tienen recursos suficientes para adquirir las dosis necesarias, de ahí que el programa de entrega gratuita se haya reforzado. Aun así, el esfuerzo implica tiempo, organización y la colaboración de cada productor para evitar que la plaga arruine sus cosechas.
La esperanza es que, a diferencia del año pasado, el brote pueda ser controlado a tiempo y que las pérdidas sean menores. El recuerdo de la sequía de 2024, que multiplicó los daños en los cultivos, todavía pesa en la memoria de los agricultores duranguenses.