
España exhumó los restos mortales del dictador español Francisco Franco de su tumba en un grandioso mausoleo a las afueras de Madrid. El exgeneral será enterrado más tarde en el día en una cripta familiar en un cementerio próximo.
La operación, ordenada por el gobierno y que se celebra a puerta cerrada, satisface una antigua demanda de familiares de las decenas de miles de víctimas de la guerra civil y el franquismo.
En un intento por proteger la privacidad en las labores de exhumación fuesen publicadas en redes sociales, el gobierno prohibió que los asistentes, miembros de la familia Franco, funcionarios gubernamentales y trabajadores que llevasen cámaras o celulares.
Por temor a posibles disturbios, las autoridades prohibieron una manifestación contra la exhumación en el cementerio de Mingorrubio, aunque unas 400 personas, algunas de ellas con banderas anticonstitucionales y coreando “Viva Franco”, se congregaron en las inmediaciones del camposanto bajo la mirada de la policía.
La exhumación y el posterior entierro no acabarán con el legado de Franco en el política contemporánea española, especialmente a apenas unas semanas de las elecciones generales del 10 de noviembre.
La exhumación estaba contemplada en las enmiendas a la Ley de la Memoria Histórica de 2007, que busca reparar a las aproximadamente 100.000 víctimas de la guerra y la posterior dictadura que están enterradas en fosas comunes no identificadas, entre ellos miles en el Valle de los Caídos. La legislación prohíbe que los restos de Franco estén en un lugar público que lo exaltase como una figura política.
Tras no haber podido completar el proceso el año pasado, el gobierno interino socialista de Pedro Sánchez quería que la exhumación y el posterior entierro se completasen antes de los comicios generales de noviembre, una iniciativa que la oposición calificó de electoralista.
Franco gobernó España entre 1939 y 1975. Llegó al poder tras tres años de guerra civil que comenzaron con un alzamiento militar que él ayudó a impulsar contra el gobierno democrático.
Católico convencido, consideró la guerra y la posterior dictadura como una especie de cruzada religiosa contra las tendencias anarquistas, de izquierdas y laicas del país. Su gobierno autoritario, junto a una Iglesia católica profundamente conservadora, mantuvo a España aislada de los avances políticos, industriales y culturales ocurridos en Europa durante casi cuatro décadas.