
Con un Palacio Municipal lleno, pero con escasos bonillistas, Montserrat Caballero pareció dar el primer paso a una nueva etapa de cooperación entre el Ayuntamiento de Tijuana y la gobernadora Marina del Pilar, dejando atrás el feudalismo que pareció enemistarlas al principio de sus respectivas administraciones, al reconocer a la mandataria estatal como amiga y confidente en un ambiente de hostilidad, además de misoginia.
"No están para saberlo, ni yo para contárselo. Pero lo voy a contar, si me lo permites. A la señora gobernadora yo le he llamado a deshoras de la noche, en un estado un tanto cuanto inconveniente, para decirle que tiene todo mi apoyo, que tiene todo mi respeto". Esto fue sólo el principio de una serie de confesiones de la alcaldesa que parecen confirmar el rompimiento al interior del bonillismo.