
Con perfil bajo pero un historial que no pasa desapercibido, Ronald D. Johnson ya está en territorio mexicano. El nuevo embajador de Estados Unidos en México llegó este miércoles a la capital del país, donde fue recibido por el personal diplomático encabezado por Mark Coolidge Johnson, encargado de negocios de la embajada. La ceremonia oficial, sin embargo, está prevista para el próximo lunes, cuando entregue sus cartas credenciales a la presidenta Claudia Sheinbaum en Palacio Nacional.
Pero su primera actividad pública no fue política. Junto a su esposa, el diplomático visitó la Basílica de Guadalupe, donde dijo haber acudido para pedir “sabiduría y fortaleza” en esta nueva encomienda. El gesto no pasó desapercibido. En tiempos de tensiones entre ambos gobiernos, Johnson optó por arrancar su misión con un acto simbólico de acercamiento cultural.
¿Quién es Ron Johnson?
Ron Johnson no es un diplomático tradicional. Es coronel retirado del Ejército de los Estados Unidos, con décadas de experiencia en las fuerzas especiales —las conocidas “boinas verdes”— y también exfuncionario de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Durante su tiempo en inteligencia, se desempeñó como enlace tecnológico con el Comando de Operaciones Especiales, en Tampa, Florida.
Su historial incluye una gestión como embajador en El Salvador entre 2019 y 2021, durante el gobierno de Donald Trump. En esa etapa, se enfocó principalmente en seguridad fronteriza, migración y cooperación militar, temas que ahora vuelve a encontrar en el centro del debate bilateral con México.
Un perfil que marca distancia
La llegada de Johnson ocurre en un momento clave. Su antecesor, Ken Salazar, mantuvo una relación cercana pero diplomáticamente moderada con el gobierno mexicano. Johnson, en cambio, representa un enfoque más duro, más enfocado en inteligencia, disciplina táctica y estrategias de presión directa. Su nombramiento fue impulsado por la actual administración republicana en Washington, que ha endurecido su postura frente a temas como el tráfico de fentanilo, los cárteles y la migración irregular.
Durante su audiencia ante el Senado de Estados Unidos, Johnson no descartó la posibilidad de que su país actúe de manera unilateral en casos donde ciudadanos estadounidenses estén en riesgo, incluso en territorio extranjero. Esa afirmación encendió alarmas en México, donde el tema de la soberanía nacional se ha vuelto especialmente sensible.
La presidenta Claudia Sheinbaum, de hecho, ha reiterado en múltiples ocasiones que su gobierno no permitirá la participación operativa de agentes estadounidenses en territorio mexicano. La designación de Johnson representa, en ese contexto, un reto directo a esa postura, lo que anticipa una relación diplomática de cuidado, probablemente más tensa que amistosa.
Los temas en agenda
Entre los temas prioritarios para la gestión de Johnson se encuentran el combate al narcotráfico —en especial al tráfico de fentanilo—, la contención migratoria en la frontera sur, la cooperación en materia de inteligencia criminal y los acuerdos de seguridad bilateral que han quedado pendientes desde la transición presidencial en México.
También deberá trabajar en reconstruir puentes con sectores del gobierno mexicano que vieron con recelo su nombramiento. A pesar de su perfil duro, fuentes cercanas al Departamento de Estado han señalado que Johnson buscará una “relación constructiva, pero firme”, enfocada en resultados tangibles.
Por lo pronto, el nuevo embajador ya inició reuniones privadas con representantes del sector diplomático y empresarial estadounidense asentado en México. Se espera que, tras entregar sus credenciales, anuncie una serie de visitas a puntos clave de la frontera norte, y sostenga encuentros con autoridades estatales y federales.