
Donald Trump volvió a colocarse en el centro del escenario político estadounidense al rendir homenaje a uno de sus aliados más cercanos.
En la Rosaleda de la Casa Blanca, el presidente entregó la Medalla Presidencial de la Libertad a Charlie Kirk, fundador del movimiento juvenil Turning Point USA, asesinado de un disparo en Utah durante un acto público.
La condecoración, entregada de manera póstuma, se convirtió en un evento cargado de simbolismo.
Trump describió al activista como “un guerrero por la libertad” y “un mártir del pensamiento conservador”. Su esposa, Erika Kirk, recibió la presea entre aplausos de más de doscientas personas, entre ellas el presidente argentino Javier Milei, quien horas antes había sostenido una reunión privada con el mandatario estadounidense.
El homenaje coincidió con un anuncio del Departamento de Estado, encabezado por Marco Rubio, que informó la revocación de visados a seis extranjeros —provenientes de México, Argentina, Alemania, Brasil, Sudáfrica y Paraguay— acusados de publicar mensajes que, según Washington, “minimizaron o celebraron” el asesinato de Kirk.
“El gobierno de Estados Unidos no tiene obligación de acoger a quienes desean la muerte a ciudadanos estadounidenses”, señaló la dependencia sin precisar el tipo de visado o la localización de los implicados.
La ceremonia se desarrolló en el mismo lugar donde, hace años, Trump lanzó su primera candidatura presidencial. Ahora, ya en el poder, aprovechó el acto para reforzar su discurso contra lo que denomina “la izquierda radical”. Desde el asesinato de Kirk, el mandatario ha insistido en que grupos vinculados al movimiento antifa representan una amenaza directa al orden interno del país.
Trump declaró formalmente al movimiento antifascista como organización terrorista, pese a que analistas y agencias de seguridad lo describen como una red descentralizada, sin jerarquías, estructura o financiamiento comprobado. A partir de esa medida, su gobierno activó investigaciones paralelas encabezadas por el FBI y el Internal Revenue Service (IRS) para rastrear supuestos apoyos económicos a colectivos progresistas y organizaciones civiles.
El presidente argumenta que estos grupos han sido responsables de las protestas frente a centros del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) en ciudades como Portland, Oregón, donde en los últimos meses se registraron enfrentamientos con fuerzas federales.
Trump asegura que las manifestaciones “se han salido de control” y justificó el despliegue de la Guardia Nacional, medida que fue frenada por una jueza federal y que ahora está bajo revisión judicial.
Mientras tanto, la investigación por el asesinato de Charlie Kirk continúa. Las autoridades de Utah no han hallado pruebas de que el responsable actuara en coordinación con alguna organización política, aunque el caso fue inmediatamente integrado al discurso presidencial.
Para Trump, la muerte del joven activista simboliza el costo de “defender la libertad en un país dividido”.
Kirk habría cumplido 32 años el mismo día de la ceremonia. En el jardín, bajo un cielo despejado que el propio Trump interpretó como una “señal divina”, el mandatario recordó su cercanía con él y aseguró que su influencia fue determinante para su regreso a la Casa Blanca.
“Sin su movimiento, quizá hoy este país sería otro”, dijo mientras entregaba la medalla a Erika Kirk.