En una maniobra que reconfigura el mapa militar del continente, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ordenó el despliegue del USS Gerald R. Ford (CVN-78), el portaaviones más grande y avanzado del mundo, hacia aguas del Caribe, cerca de Venezuela, bajo la justificación de intensificar la lucha contra el narcotráfico en América Latina.
Este coloso de acero, impulsado por energía nuclear y considerado una “ciudad flotante”, se convierte en el símbolo más contundente del poder naval estadounidense en las últimas décadas. Con más de 100 mil toneladas de desplazamiento, 337 metros de eslora y una tripulación que supera los 4 mil 500 efectivos, el Gerald R. Ford encarna la apuesta de Trump por la disuasión militar en la región.
El portaaviones, bautizado en honor al expresidente Gerald R. Ford, es el primero de una nueva generación de naves diseñadas para sustituir a la veterana clase Nimitz. Su construcción, a cargo de Huntington Ingalls Industries en Virginia, tomó más de una década y costó más de 13 mil millones de dólares, sin incluir los gastos en desarrollo tecnológico.
“Queríamos reinventar el portaaviones desde sus cimientos”, dijo en su momento el vicealmirante Brian K. Antonio, impulsor del programa. “El Ford representa el futuro de la guerra naval, preparado para operar hasta el año 2070”.
El buque incorpora 23 innovaciones tecnológicas, entre ellas el sistema de lanzamiento electromagnético EMALS, que reemplaza las catapultas de vapor y permite una salida 25% más rápida de aeronaves, y el Advanced Arresting Gear (AAG), un sistema de frenado controlado electrónicamente que mejora la seguridad de aterrizaje, incluso para drones.
Además, cuenta con dos reactores nucleares A1B, que generan 25% más energía que los de la generación anterior, suficiente para alimentar sistemas futuros como cañones electromagnéticos o armas láser.
A bordo, el Gerald R. Ford puede albergar hasta 75 aeronaves, incluyendo F/A-18E/F Super Hornet, F-35C Lightning II, E-2D Hawkeye y helicópteros MH-60R/S Seahawk, además de drones de reabastecimiento MQ-25 Stingray.
Sus radares de doble banda (DBR) permiten detectar amenazas aéreas y de superficie de forma simultánea, lo que lo convierte en una plataforma autónoma y autosuficiente en combate.
Con una tripulación reducida en comparación con los portaaviones anteriores —gracias a la automatización—, el Ford es también más eficiente y menos costoso de operar a largo plazo.
El despliegue incluye al Carrier Strike Group 12 (CSG-12), compuesto por destructores de la clase Arleigh Burke: USS Ramage (DDG-61), USS McFaul (DDG-74), USS Thomas Hudner (DDG-116), USS Mahan (DDG-72), USS Winston S. Churchill (DDG-81) y USS Bainbridge (DDG-96).
Estas escoltas proveen defensa aérea, misiles antibuque y capacidades antisubmarinas bajo el sistema de combate Aegis, lo que convierte al grupo en una formación prácticamente inexpugnable.
Tras haber completado en 2023 su primer despliegue operativo en el Mediterráneo —donde participó en ejercicios con la OTAN poco después del ataque de Hamas a Israel—, el Gerald R. Ford emprende ahora su primera misión en América Latina.
De acuerdo con fuentes citadas por el Heritage Foundation, la presencia del portaaviones en el Caribe busca “enviar un mensaje directo” no solo a los cárteles del narcotráfico que operan en el Atlántico, sino también al régimen de Nicolás Maduro, acusado por Washington de “colaborar con redes criminales”.
“Esta medida busca disuadir a Venezuela de escalar tensiones y ofrecer al presidente opciones de respuesta militar en caso de que desee intensificar las acciones contra los cárteles”, explicó el analista naval Brent Sadler.
El Gerald R. Ford también ha sido motivo de controversia en Estados Unidos. Su desarrollo acumuló retrasos, fallas técnicas y sobrecostos que generaron críticas en el Congreso. Los sistemas EMALS y AAG enfrentaron múltiples pruebas fallidas antes de alcanzar la operatividad total.
Aun así, la Marina estadounidense lo considera una plataforma indispensable para el siglo XXI. Su arribo al Caribe marca el regreso de un portaaviones estadounidense a la región después de más de tres décadas, y se interpreta como un gesto político de alto calibre por parte del gobierno de Trump.
Mientras tanto, el presidente no ha detallado oficialmente la naturaleza de la misión. En una entrevista reciente con 60 Minutes, solo advirtió que “los días de Nicolás Maduro están contados” y prometió “mano dura contra los narcotraficantes del hemisferio”.
Con esta decisión, el USS Gerald R. Ford deja claro que el poder naval estadounidense vuelve a mirar hacia el sur… y que el Caribe vuelve a ser escenario de una nueva guerra: la del control sobre las rutas del narcotráfico.