
Este viernes 2 de mayo, los bomberos del Vaticano instalaron en lo alto de la Capilla Sixtina la emblemática chimenea por la que, en cuestión de días, comenzarán a salir las históricas señales de humo: negra para la indecisión y blanca para el consenso. Es el inicio simbólico —pero también técnico— del cónclave, ese acto reservado, solemne y milenario donde la Iglesia Católica define su rumbo.
El Vaticano confirmó que el cónclave arrancará el próximo 7 de mayo, y que 133 cardenales menores de 80 años participarán como electores. Para que uno de ellos se convierta en el próximo pontífice, deberá obtener al menos 89 votos, equivalentes a dos tercios del total. No hay margen para mayorías simples ni empates: o se logra la unidad, o las votaciones continúan.
Desde hace días, la Capilla Sixtina permanece cerrada al público. En su interior, se han retirado las obras que no forman parte de su arquitectura esencial, se instalaron mesas, bancos individuales y el horno donde arderán, cuidadosamente, las papeletas escritas a mano. Este dispositivo de quema incluye una mezcla química que producirá los característicos humos —blanco o negro— que se elevan al cielo de Roma y que marcan la voluntad (o falta de ella) de los cardenales.
El protocolo es estricto. Cada jornada habrá hasta cuatro votaciones: dos por la mañana y dos por la tarde. Las fumatas se emitirán justo al concluir cada bloque. La atención de millones se enfocará en esa delgada columna de humo que asomará por la chimenea, visible desde la Plaza de San Pedro, como un antiguo lenguaje que solo el Vaticano sigue hablando en tiempos de redes sociales.
Esta tradición de señales comenzó formalmente en el siglo XIX, aunque el sistema actual fue instalado por primera vez en 1939, en el cónclave que eligió a Pío XII. Desde entonces, el ritual se ha mantenido prácticamente intacto, combinando lo ancestral con lo preciso. Incluso en el siglo XXI, sigue resultando impactante que el anuncio más esperado por millones dependa del color del humo.
Con la instalación de la chimenea, el Vaticano entra en su etapa más solemne: la que abre las puertas del misterio. El mundo aguarda, una vez más, a que una señal blanca surja del corazón de la cristiandad y anuncie el nombre del nuevo pastor.