
En una celda estrecha, sin ventanas, con la luz encendida día y noche, Rafael Caro Quintero cumple su rutina de encierro en el Metropolitan Detention Center de Brooklyn, Nueva York. Han pasado más de seis meses desde su extradición y, según su defensa, el hombre de 72 años vive bajo condiciones que no corresponden a un procesado sin condena, sino a un reo por terrorismo.
El exlíder del Cártel de Guadalajara permanece sometido a las Medidas Especiales Administrativas (SAMs, por sus siglas en inglés), un régimen que limita al extremo cualquier contacto con el exterior. Diseñado para prevenir conspiraciones o filtraciones, se aplica a casos de alto riesgo, principalmente a acusados de terrorismo o espionaje. En su caso, asegura su abogado, no hay pruebas ni incidentes que lo justifiquen.
Una rutina marcada por el encierro
De lunes a viernes, Caro Quintero pasa 23 horas encerrado. Los fines de semana, no sale ni un minuto. Sus comidas le llegan a través de una rendija en la puerta metálica, y siempre las come solo. No hay patio, no hay ejercicio, no hay contacto físico con otros internos.
Dentro de la celda, el aire acondicionado funciona de manera irregular y, en ocasiones, carece de ropa o cobijas suficientes para el frío. Su único acceso al mundo exterior es un pequeño radio que casi no utiliza por la barrera del idioma: habla español, pero la mayoría del personal penitenciario solo se comunica en inglés. Aunque se le mencionó la posibilidad de tener un televisor, este nunca llegó.
Incomunicación con su familia
Desde que llegó a Brooklyn en febrero de 2025, Caro Quintero apenas ha logrado comunicarse dos veces con su familia en México. Fueron llamadas breves, monitoreadas, y siempre bajo supervisión. No puede enviar ni recibir cartas a través de sus abogados. No recibe visitas de sus allegados; las únicas que se le permiten son las de su equipo legal, y ni siquiera se autoriza la entrada de investigadores del caso.
Para su defensa, esto no solo es una vulneración de derechos, sino un obstáculo real para preparar un juicio. “Los riesgos para su bienestar y su cordura son terribles”, escribió su abogado Mark DeMarco en la moción dirigida al juez federal Frederic Block.
"Mitos y leyendas" como argumento
La defensa sostiene que el gobierno estadounidense ha impuesto este régimen basándose en “mitos y leyendas” sobre su pasado, no en hechos comprobables. No hay registros de que haya intentado fugarse o de que haya planificado actos violentos desde su captura. Tampoco hay incidentes recientes en prisión que lo cataloguen como un reo peligroso.
En el documento, DeMarco pide al juez que ordene el levantamiento inmediato de las medidas especiales o que convoque a una audiencia donde el gobierno tenga que justificar, con pruebas, por qué mantiene a su cliente aislado del mundo.
El caso judicial que lo llevó a Brooklyn
Caro Quintero enfrenta cargos por narcotráfico, delincuencia organizada, uso de armas de fuego y, sobre todo, por su presunta participación en el asesinato del agente de la DEA Enrique “Kiki” Camarena, en 1985. Este último delito fue el principal motivo por el que Estados Unidos solicitó su extradición.
El capo fue reaprehendido en julio de 2022 en la sierra de Sinaloa, después de casi una década prófugo tras ser liberado por un tribunal mexicano. Pasó más de dos años peleando su entrega a Estados Unidos hasta que, en febrero de 2025, fue trasladado en un operativo discreto y bajo fuertes medidas de seguridad a Nueva York.
Sin pena de muerte, pero con cadena perpetua como escenario
En medio de la disputa por sus condiciones carcelarias, el Departamento de Justicia notificó recientemente que no buscará la pena de muerte en su contra. El fiscal general instruyó a la Fiscalía de Nueva York a no solicitar la ejecución, aunque en caso de ser hallado culpable, podría enfrentar una condena de por vida en una prisión federal.
El escrito oficial, dirigido al juez Block, deja claro que el caso seguirá avanzando hacia juicio, sin retirar ninguno de los cargos que enfrenta.
Un patrón de aislamiento en casos de alto perfil
El régimen que denuncia Caro Quintero recuerda al que vive Joaquín “El Chapo” Guzmán en la prisión de máxima seguridad ADX Florence, en Colorado, donde permanece bajo vigilancia total y con mínimo contacto humano. En ambos casos, las autoridades estadounidenses han defendido estas condiciones como necesarias para evitar que los acusados utilicen su influencia criminal desde prisión.
Pero para la defensa de Caro Quintero, hay una diferencia crucial: su cliente no ha sido condenado ni ha dado motivos para considerar que es un riesgo operativo. “Se le está castigando antes de que exista un veredicto”, insiste DeMarco.
Esperando la decisión del juez
Por ahora, el juez Block no ha respondido a la moción. Si concede la audiencia solicitada, el gobierno tendrá que explicar públicamente por qué considera que un hombre de 72 años, sin condena y sin historial de incidentes recientes en prisión, debe seguir bajo un régimen pensado para terroristas.
Hasta entonces, el llamado “Narco de narcos” seguirá en su celda sin ventanas, con la luz encendida día y noche, contando las horas en un silencio que lo mantiene aislado del mundo… y de la posibilidad de defenderse en condiciones que, según sus abogados, respeten sus derechos.