El mercado de lujo: entre la ostentación y la exclusividad invisible
El mercado de la moda de lujo es un sector que genera alrededor de 110,130 millones de dólares anuales, con proyecciones de crecimiento que alcanzarían los 151,320 millones en 2029, según Mordor Intelligence. Este universo está dominado por conglomerados como LVMH, con marcas icónicas como Louis Vuitton, Dior y Tiffany & Co., junto a otras casas como Prada y Burberry.
Aunque estas marcas son altamente rentables, con márgenes operativos que superan el 30%, están diseñadas principalmente para un público masivo, especialmente la clase media global que aspira al lujo visible. Según expertos, vender exclusivamente al 1% de los más ricos sería inviable económicamente para estas marcas.
Marcas como Prada y Gucci han sido asociadas históricamente con un estilo llamativo y ostentoso, reflejo de un lujo accesible para quienes buscan demostrar estatus social. Según Alejandra Granados, directora de la Escuela Colombiana de Imagen y Estilo, estas firmas se enfocan en consumidores que valoran la logomanía como símbolo de prestigio.
Daniel Burbano, asesor de imagen, complementa esta idea: "Estas marcas están dirigidas a quienes quieren expresar su posición social de forma visible". Esto las convierte en una opción popular para la clase media, que constituye el grueso de su clientela.
Sin embargo, el verdadero lujo no se encuentra en las marcas masivas, sino en firmas discretas y selectas que operan bajo el radar del consumidor promedio. Estas casas se centran en ofrecer calidad, artesanía y exclusividad, alejándose de los logotipos visibles.
Entre estas gemas ocultas destacan:
Brunello Cucinelli: Favorita en Silicon Valley, viste a líderes como Jeff Bezos con prendas de cachemir elaboradas meticulosamente.
Stefano Ricci: Preferida por figuras como Nelson Mandela y Andrea Bocelli, se especializa en trajes de noche y pieles exóticas.
Cesare Attolini: Reconocida por su artesanía napolitana, ha vestido a íconos como Al Pacino y Denzel Washington.
Loro Piana: Adquirida por LVMH en 2013, sigue destacando por sus tejidos de lujo y discreción, siendo usada por figuras como Bill Clinton y Gigi Hadid.
Kiton: Representa la sastrería napolitana por excelencia, ofreciendo trajes elaborados artesanalmente que son esenciales en el guardarropa de los millonarios.
Brioni: Conocida por vestir a personajes como Barack Obama y James Bond, sus trajes requieren 220 pasos manuales para su confección.
El éxito de estas marcas exclusivas responde a un fenómeno económico particular: los bienes Veblen. En este caso, a mayor precio, mayor demanda, pues el lujo se convierte en un símbolo de estatus reservado para pocos.
Juan Carlos Giraldo, experto en moda, destaca que estas marcas no necesitan logotipos, ya que su calidad y diseño hablan por sí mismos. "Son prendas que valen hasta cuatro veces más que las marcas visibles", afirma.
La estrategia de las grandes casas de moda como Louis Vuitton y Gucci se basa en su masificación controlada. Aunque proyectan exclusividad, su objetivo principal es atraer a una clientela amplia, incluyendo a la clase media alta que busca aspirar al estilo de vida de los ricos.
Por el contrario, el verdadero lujo se encuentra en marcas ocultas que priorizan calidad sobre ostentación. Este segmento de la moda, reservado para el 1% de la población, redefine el concepto de exclusividad en un mercado dominado por la logomanía.
En un mundo donde el lujo visible sigue siendo un aspiracional global, estas marcas secretas continúan marcando la pauta de un estilo verdaderamente exclusivo.