
Durante años, MercadoLibre presumió poder vender casi de todo. Pero había un terreno que se mantenía fuera de su alcance: el farmacéutico. Esa barrera, en Brasil, acaba de caer.
La compañía confirmó que adquirió una farmacia local para poner en marcha su primera experiencia de venta de medicamentos en línea. El movimiento no busca abrir una nueva cadena ni desplazar a las boticas tradicionales, sino cumplir con una norma que exige a toda empresa contar con una farmacia registrada antes de ofrecer fármacos por internet.
El anuncio lo hizo Fernando Yunes, jefe de la operación brasileña, en una conversación con periodistas. Habló sin rodeos: el farmacéutico es “el único sector donde MercadoLibre todavía no opera”, y —dijo— uno de los que más potencial tiene para acercar productos esenciales a quienes hoy no los consiguen con facilidad.
Una prueba antes del salto
Brasil es el mercado más grande de la compañía y, a la vez, el más complejo. Vender medicamentos implica lidiar con regulaciones antiguas, controles sanitarios y una burocracia que no ha seguido el paso del comercio digital. Por eso, el proyecto arrancará con una única farmacia, pensada como un ensayo. El plan no pretende irrumpir en el mercado ni competir con las grandes cadenas.
La apuesta es otra: abrir el espacio digital para las farmacias pequeñas y medianas que, hasta ahora, no han tenido cómo llegar a los consumidores en línea. Yunes lo resumió con una idea simple: “Queremos ser un mercado, no una competencia”.
Una ley vieja en un país que cambió
La regulación brasileña sobre la venta de medicamentos tiene más de veinte años. Fue redactada cuando las compras en línea eran apenas una posibilidad lejana. Hoy, en un país de más de doscientos millones de habitantes, esas reglas se han quedado cortas. MercadoLibre no busca romperlas, sino actualizarlas.
“Necesitamos una ley moderna”, explicó Yunes. “Una que permita a las farmacias llegar al cliente sin intermediarios, pero con seguridad sanitaria”.
La empresa ya mantiene conversaciones con las autoridades del sector para adecuar la normativa y facilitar la entrada de nuevos actores al comercio digital. En paralelo, prepara sus sistemas para garantizar el cumplimiento de los protocolos: control de temperatura, inventarios, fechas de caducidad y condiciones de entrega.
Farmacias de barrio, ahora en línea
El corazón del proyecto está lejos de las grandes marcas. MercadoLibre quiere que las farmacias de barrio, esas que sobreviven en calles secundarias o pueblos del interior, puedan vender en línea con el mismo alcance que una gran cadena.
El modelo les ofrecerá logística, medios de pago y una red de distribución ya probada. La idea es que el cliente de Manaos o de una comunidad rural en Bahía tenga acceso al mismo medicamento que alguien en São Paulo.
El paso más difícil: ganarse la confianza
En este nuevo terreno, la velocidad no importa tanto como la confianza. La empresa lo sabe. Por eso avanza despacio.
El proyecto comenzará con una sola farmacia, un punto de partida discreto pero clave. Desde ahí se probará cada fase: cómo se empacan los pedidos, cuánto tarda una entrega, qué tan satisfecho queda el cliente y si realmente confía en comprar un medicamento en línea.
No habrá anuncios masivos ni campañas ruidosas. MercadoLibre prefiere demostrar antes que prometer. Su objetivo es probar que el comercio digital también puede cuidar la salud sin perder el control sanitario ni la cercanía humana. Yunes lo ha dicho entre líneas: en un país donde abundan los fraudes digitales y la desinformación médica, la confianza será el verdadero termómetro del proyecto.
El desafío que puede cambiar al sector
El mercado farmacéutico brasileño mueve más de 35 mil millones de dólares anuales. Es uno de los más grandes del continente, pero también uno de los menos digitalizados. MercadoLibre ve en ese rezago una oportunidad.
Con su infraestructura, sus sistemas de pago y su base de usuarios, tiene el terreno listo para experimentar. Pero no hay garantía de éxito: el reto será convencer a los brasileños de que la farmacia digital puede ser tan segura como la de la esquina. Si el modelo funciona, el país podría marcar el inicio de una transformación regional.
Y, como ha ocurrido otras veces, el cambio llegaría con el sello de MercadoLibre: cautela, innovación y la promesa de acercar el comercio a todos, incluso a quienes todavía no confían del todo en comprar con un clic.