En medio del clima de violencia que sigue golpeando a Michoacán, el gobierno federal y el estatal intentaron enviar un mensaje de unidad. La secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, llegó a Morelia para reunirse con obispos, vicarios y párrocos de las principales diócesis del estado, junto con líderes de iglesias evangélicas, mormonas y musulmanas. El gobernador Alfredo Ramírez Bedolla la acompañó. El encuentro fue en el Palacio de Gobierno. A puerta cerrada, durante más de dos horas, escucharon lo que los sacerdotes y pastores viven todos los días en sus comunidades: amenazas, desplazamientos, miedo. Ella los llamó a construir juntos el Plan Michoacán por la Paz y la Justicia, el mismo que la presidenta Claudia Sheinbaum presentó el 4 de noviembre, después del asesinato del alcalde de Uruapan.
La reunión no fue casual. Michoacán atraviesa una de sus semanas más tensas: bloqueos, protestas y municipios bajo toque de queda no declarado. Por eso el plan federal se mueve rápido. La instrucción de Sheinbaum fue clara: poner a Gobernación en territorio y abrir diálogo directo con la Iglesia, con alcaldes y con las comunidades. Rosa Icela Rodríguez habló de prevención, de adicciones, de educación para jóvenes. Los obispos pidieron seguridad, pero también dignidad para quienes sirven en parroquias, albergues y centros de ayuda. Coincidieron en que sin presencia real del Estado, las palabras no bastan.
De esa mesa salieron tres acuerdos básicos: reuniones quincenales para dar seguimiento al plan; la creación de un mapa de riesgo por diócesis, donde cada párroco pueda reportar agresiones o amenazas; y la incorporación de templos y asociaciones religiosas a programas sociales para jóvenes, mujeres y familias. Bedolla se comprometió a vincular a los alcaldes con la estrategia y pidió que los municipios no queden solos. El estado, dijo, necesita recuperar la confianza antes que las calles.
Los representantes de las iglesias coincidieron en algo: la violencia ya alcanzó los templos. Hay sacerdotes desplazados, pastores vigilados y comunidades que dejaron de reunirse por miedo. Por eso la reunión tuvo tono de urgencia. No fue un acto protocolario, fue una conversación sobre cómo seguir vivos. La secretaria prometió que los obispos serán parte de las mesas de seguridad y que cada diócesis tendrá enlace con la Guardia Nacional y la Fiscalía estatal.
Michoacán sigue ardiendo. Pero en Morelia, gobierno e iglesias intentan escribir otra página: una donde el silencio no sea miedo, sino punto de partida. Rosa Icela Rodríguez dejó el Palacio de Gobierno al caer la tarde. No hubo declaraciones formales. Solo una frase que quedó resonando entre los asistentes: “Para hablar de paz, primero hay que tener el valor de quedarse.”