
Eran alrededor de las once de la mañana cuando estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, en Ciudad Madero, comenzaron a alertar a sus profesores sobre un sujeto extraño que merodeaba los jardines del campus. Caminaba de forma errática, llevaba una gorra oscura, ropa holgada y en sus manos sostenía lo que parecía ser un arma de fuego.
El hombre, de aproximadamente 60 años de edad, ingresó sin autorización a las instalaciones. A algunos alumnos les dijo que estaba armado… que no se acercaran… que podía abrir fuego en cualquier momento. El miedo se propagó como pólvora. Varios jóvenes corrieron a esconderse. Otros más se encerraron en aulas y laboratorios. La alerta llegó de inmediato a las autoridades universitarias.
Minutos después, elementos de la Policía Estatal y personal de seguridad interna se desplegaron en el campus. Rodearon al sujeto, lo confrontaron con protocolos de contención y lo desarmaron. Fue en ese momento cuando confirmaron que el arma no era real: se trataba de una pistola de plástico.
Aunque nadie resultó herido, el susto fue real. La Fiscalía General del Estado fue notificada y agentes ministeriales se trasladaron al lugar para iniciar las diligencias. El sujeto fue detenido y trasladado a las instalaciones del Ministerio Público. De acuerdo con fuentes de seguridad, se trató de un incidente aislado y no hay indicios de que el individuo perteneciera a algún grupo delictivo.
La Universidad Autónoma de Tamaulipas emitió un breve comunicado en el que confirmó el incidente y aseguró que, gracias a la intervención inmediata de las autoridades, la situación no pasó a mayores. “Estamos comprometidos con garantizar un entorno seguro para nuestros estudiantes. Se reforzarán las medidas de acceso al campus”, indicaron.
Aunque la hipótesis preliminar señala que se trató de una “broma de mal gusto”, la Fiscalía no ha descartado posibles cargos por amenazas o alteración del orden público. El hombre, cuya identidad no ha sido revelada, permanece bajo investigación.
Los estudiantes que vivieron el momento reconocen que, aunque fue una falsa alarma, el miedo fue tan real como si se hubiera tratado de un arma verdadera. “Pensé que iba a disparar”, dijo uno de los jóvenes. “Nos gritaba cosas y apuntaba… nadie sabía si era un loco o si era en serio”.
Este incidente ha puesto en el centro del debate la necesidad de mejorar los filtros de ingreso en planteles universitarios, especialmente en un país donde los episodios de violencia armada, aunque poco comunes en universidades públicas, han ido en aumento.
En tanto, padres de familia y docentes han exigido protocolos más estrictos, controles de acceso y presencia policial durante las horas pico. Aunque todo quedó en un susto, lo que ocurrió en Ciudad Madero dejó claro que la seguridad escolar no puede seguir siendo una asignatura pendiente.