Diez cuerpos fueron sacados del tiro de mina de la antigua explotación San Antonio, en el poblado de Santo Domingo, el mismo que volvió a abrirse después de años de abandono. De su interior, a más de cien metros de profundidad, los equipos de rescate ubicaron y extrajeron los restos.
El sitio, conocido por los vecinos como La Cueva de los Murciélagos, fue ubicado tras una llamada anónima recibida por la Fiscalía General del Estado el fin de semana. Los peritos descendieron por el conducto con apoyo de bomberos y agentes de la Agencia Estatal de Investigación.
Las maniobras duraron tres días y cada ascenso traía un cuerpo distinto. El terreno húmedo y la falta de oxígeno dificultaron las tareas hasta concluir el rescate.
Entre los fallecidos se encuentra Jair Núñez Gandarilla, de 40 años, originario de Durango. Su familia lo reportó desaparecido el 28 de octubre, un día después de haber llegado a Chihuahua con otros tres hombres para instalar un negocio. Desde entonces no hubo contacto.
La Fiscalía informó que la investigación se relaciona con la desaparición de esos cuatro duranguenses que viajaron para colocar máquinas tragamonedas en la capital. Es una de las líneas abiertas, no una conclusión.
Hasta hoy, solo tres cuerpos han sido identificados; los otros siete siguen en el Servicio Médico Forense. Se realizan análisis de ADN y confronta con la base de personas desaparecidas.
El acceso al tiro se localiza a unos kilómetros de la cabecera municipal de Aquiles Serdán. Personal de la Comisión Local de Búsqueda, Protección Civil estatal y la Secretaría de la Defensa Nacional apoyaron en los trabajos para recuperar a las víctimas. La zona quedó bajo resguardo permanente mientras los peritos procesan prendas, calzado y objetos recuperados junto a los cuerpos.
El operativo fue cerrado el 6 de noviembre, y el expediente se integró a la unidad especializada en desapariciones.
En Aquiles Serdán, los tiros de mina abandonados son parte del paisaje. En los últimos seis años, se han localizado al menos 41 cuerpos en estructuras similares, según registros de la Fiscalía. Los pobladores llaman a ese corredor “el cementerio bajo tierra”.
En tanto, las familias de Durango y Chihuahua esperan afuera del Semefo noticias de identificación. Algunas trajeron fotografías y ropas para facilitar las confrontas.
La llamada anónima que abrió la investigación rompió el silencio de esa zona minera. Lo que comenzó como un aviso terminó mostrando la dimensión del horror: diez vidas perdidas en un tiro de mina que hoy es custodiado por militares. El caso permanece bajo investigación, pero no hay detenidos.