
La violencia contra quienes buscan a sus desaparecidos volvió a cobrar una vida. Esta vez fue María del Carmen Morales, integrante del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, quien fue asesinada junto con su hijo Jaime Daniel Ramírez Morales el miércoles 24 de abril en calles del fraccionamiento Las Villas, en el municipio de Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco.
Según las primeras investigaciones, ambos se encontraban llevando agua cerca de su domicilio cuando fueron interceptados por hombres armados a bordo de motocicletas. Los atacantes, encapuchados y con disparos directos, huyeron sin dejar rastro. El doble homicidio ocurrió a plena luz del día, en una zona residencial habitada principalmente por familias de trabajadores.
María del Carmen se había unido al colectivo de búsqueda tras la desaparición de su hijo Ernesto Julián Ramírez Morales, en febrero de 2024, en el mismo fraccionamiento. A pesar de haber recibido amenazas por su labor, continuó colaborando con el grupo en tareas de acompañamiento. A inicios de marzo de este año, Guerreros Buscadores localizó un presunto "narcorrancho" en Teuchitlán, donde se hallaron vestigios de crematorios clandestinos y prendas de ropa relacionadas con personas desaparecidas. El sitio, según versiones periodísticas, estaría vinculado al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
La Fiscalía de Jalisco confirmó que el ataque fue deliberado y que no fue un asalto ni un crimen fortuito, pero inicialmente se abstuvo de vincular el hecho con su activismo como madre buscadora. Sin embargo, colectivos y organizaciones civiles han exigido una investigación seria e imparcial, que considere su labor como una posible causa del crimen. La exigencia no es menor: María del Carmen se suma a la lista de al menos 28 madres buscadoras asesinadas en México desde 2010.
Tan solo unas semanas antes del crimen de María del Carmen Morales, otra madre buscadora también fue silenciada con violencia. Se trata de Teresa González Murillo, miembro del colectivo Luz de Esperanza Desaparecidos Jalisco, quien murió el 2 de abril tras haber sido atacada a balazos dentro de su propia casa, en Guadalajara, el pasado 27 de marzo. Teresa no era activista por elección, sino por necesidad: buscaba a su hermano, desaparecido desde septiembre de 2024, y ya había recibido amenazas que la obligaron a extremar cuidados.