Ni el despliegue de fuerzas federales ni la presencia de policías estatales impidieron que la violencia regresara al corazón de Uruapan. La tarde del viernes, tres hombres armados irrumpieron en la funeraria La Paz, ubicada sobre la avenida Juárez, en pleno centro de la ciudad, y perpetraron un asalto en cuestión de minutos.
Eran alrededor de las 4:20 de la tarde cuando los sujetos entraron con el rostro cubierto y armas cortas visibles. Gritaron órdenes, amagaron al personal y los obligaron a tirarse al piso. Luego revisaron los mostradores, cajones y oficinas. En pocos segundos tomaron dinero en efectivo, teléfonos celulares y objetos de valor antes de huir por una calle lateral.
El ataque fue preciso y silencioso. Afuera seguían pasando patrullas; dentro, los empleados permanecían inmóviles, esperando que los agresores se marcharan. Cuando el ruido cesó, uno de ellos llamó a la policía con voz temblorosa. En minutos, el local se llenó de uniformados.
El atraco se produjo mientras la ciudad estaba bajo vigilancia especial por la movilización por la paz convocada ese mismo día por las cámaras empresariales y organizaciones civiles. Uruapan amaneció con retenes, soldados en las esquinas y calles vacías. Pero la calma apenas duró unas horas: el asalto rompió el silencio que la ciudad intentaba recuperar.
Peritos de la Fiscalía General del Estado llegaron al sitio pasadas las cinco. Revisaron cámaras, levantaron huellas y tomaron declaración a los empleados, todavía alterados. Ninguno resultó herido, pero varios fueron atendidos por crisis nerviosa. El dinero robado no fue cuantificado públicamente.
Los investigadores confirmaron la apertura de una carpeta por robo con violencia y uso de arma de fuego, y se ordenó analizar las grabaciones de videovigilancia de la avenida Juárez para ubicar la ruta de escape. Hasta el cierre del fin de semana, no había detenidos.
Fuera del inmueble, la vida cotidiana siguió su curso entre cinta amarilla y sirenas. Comerciantes de la zona bajaron cortinas más temprano. “Fue rápido, no les dio tiempo a nada”, comentó uno de ellos, mientras señalaba el acceso de cristal de la funeraria.
Durante los días siguientes, el edificio permaneció bajo resguardo de la policía. Dentro, el olor a flores se mezclaba con el de la tierra húmeda y el polvo que dejó el forcejeo. Los empleados volvieron el lunes para reanudar labores con las puertas cerradas al público, custodiados por una patrulla estacionada frente al número 238 de la avenida Juárez.
El expediente sigue abierto. Las autoridades revisan las imágenes obtenidas y los objetos asegurados, pero hasta el momento no hay resultados. Tampoco sospechosos. Solo la evidencia de que el asalto ocurrió en el punto más vigilado de la ciudad y en el mismo día en que Uruapan marchaba por la paz.
En una ciudad cansada de los sobresaltos, el eco de lo ocurrido en La Paz volvió a resonar en los negocios del centro. Los mismos que horas antes habían cerrado en silencio para exigir seguridad, volvieron a bajar sus cortinas, esta vez con miedo.