La división sexual del trabajo sigue siendo un factor determinante que limita la participación de las mujeres en el mercado laboral en México y América Latina. Esta problemática, que recarga de manera desproporcionada las tareas domésticas y de cuidado en las mujeres, perpetúa desigualdades estructurales y culturales, dificultando su inclusión en trabajos remunerados.
En América Latina, el trabajo no remunerado es una de las principales barreras que enfrentan las mujeres para incorporarse al mercado laboral. Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en México, el 72% de las mujeres que no trabajan remuneradamente declaran dedicarse principalmente a las tareas del hogar y cuidado familiar.
Esta cifra contrasta significativamente con el porcentaje de hombres en la misma situación: apenas el 9% de los varones que no tienen un empleo remunerado se ocupan de estas actividades, lo que evidencia la desigual distribución de las responsabilidades domésticas entre géneros.
México no está solo en esta tendencia. Países como Honduras y Colombia presentan cifras similares, posicionándose entre las naciones de la región donde la carga de trabajo no remunerado recae más fuertemente sobre las mujeres.
En contraste, países como Uruguay y Chile muestran una dinámica diferente. En estas naciones, cerca del 40% de las mujeres que no trabajan remuneradamente se dedican a tareas domésticas y de cuidado, lo que sugiere que una mayor proporción de mujeres puede permanecer fuera del mercado laboral por decisión personal y no únicamente por necesidad.
Este contraste refleja que, en algunos países, las políticas públicas y los cambios culturales han permitido que las mujeres tengan más opciones para equilibrar sus responsabilidades domésticas y laborales. Sin embargo, en México y otras naciones con altos niveles de desigualdad de género, esta situación sigue siendo un desafío considerable.
La prevalencia del trabajo no remunerado entre las mujeres mexicanas está influida por diversos factores, entre ellos:
Normas Culturales y Estereotipos de Género: Las expectativas sociales sobre los roles de género asignan a las mujeres la responsabilidad principal del cuidado del hogar y la familia, mientras que a los hombres se les asocia con el sustento económico.
Falta de Servicios de Apoyo: La limitada oferta de servicios de cuidado infantil y atención para personas dependientes obliga a muchas mujeres a asumir estas tareas.
Ausencia de Políticas Laborales Inclusivas: La falta de flexibilidad en los horarios laborales y la escasa implementación de políticas como licencias parentales compartidas dificultan que las mujeres puedan combinar su vida laboral con las responsabilidades del hogar.
La desproporcionada asignación del trabajo doméstico y de cuidados tiene múltiples repercusiones para las mujeres:
Para reducir esta brecha, es necesario un enfoque integral que aborde las raíces estructurales de la desigualdad. Algunas medidas clave incluyen:
El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado es un obstáculo significativo para la igualdad de género en México. La persistencia de esta división sexual del trabajo evidencia la necesidad de implementar políticas públicas efectivas y promover un cambio cultural profundo que permita a las mujeres tener las mismas oportunidades de desarrollo profesional y personal. La igualdad no es solo un derecho, sino también una clave para el progreso económico y social del país.