
La escena no es de rigidez castrense. En una cancha, tres uniformados de la Secretaría de Marina-Armada de México —la cabo Fabián, la marinera Reyes y el marinero Ixtla— se arrodillan y dejan que los cachorros se acerquen sin miedo. Huelen, empujan con la trufa, jalan una cuerda. En el video oficial, los instructores lo resumen con una idea sencilla y potente: aquí no se domestica; se educa para servir. Es el arranque público de la “Generación FIFA”, el grupo de camadas que la SEMAR está formando para aportar, con binomios caninos de detección de explosivos, a la seguridad del Mundial 2026 que repartirá sedes entre México, Estados Unidos y Canadá.
El mensaje de arranque corre a cargo de la marinera Reyes: “La Generación FIFA surgió porque nuestros elementos caninos el próximo año tendrán una gran misión: la seguridad de un gran evento”. La dependencia explica que los cachorros están bajo evaluación zootécnica para perfilar aptitudes y temperamentos. No se trata solo de “olfato” —que de por sí es un sensor extraordinario—, sino de respuesta al estrés, capacidad de concentración, tenacidad en el juego y recuperación emocional. Esas señales, bien orientadas, se convierten en operación limpia en lugares donde un error cuesta tiempo y puede sembrar pánico.
La estructura del programa se sostiene en fases que van de lo natural a lo técnico. La primera escuela no es un aula, es la madre y la manada: ahí el cachorro aprende a socializar, a regular la mordida, a entender jerarquías, a tolerar frustraciones sin quebrarse. Cuando ese piso está firme, entra el equipo naval con la socialización guiada. Los perritos conocen ruidos y texturas que después serán rutina: bandas transportadoras, vibraciones de pista, superficies metálicas y plásticas, anuncios por altavoz, sirenas. La idea es que el primer día real de trabajo no haya sorpresas.
La tercera etapa es el atractor: convertir el instinto en motivación. El juguete y el guía se vuelven el centro del juego; el perro persigue, busca, insiste. Ahí se forja el vínculo que sostiene todo lo demás: el can aprende que encontrar tiene sentido, y que su guía lee y premia esa conducta. Con ese puente emocional, llega la fijación de función: los técnicos, con la evaluación zootécnica como mapa, asignan roles. En este caso, la prioridad es detección de explosivos, una especialidad que exige memoria olfativa, perseverancia y claridad absoluta en la señal.
Esa señal es el marcaje: la coreografía precisa con la que el perro confirma un hallazgo sin tocar el objeto sospechoso. Puede ser sentarse, quedarse inmóvil, señalar con el hocico. Lo importante es que sea un lenguaje inequívoco que el guía interprete en segundos para activar el protocolo: acordonar, verificar, escalar a equipos especializados. Es, en realidad, el punto en el que un olfato se convierte en un dato operativo.
El contexto obliga a pensar en escala.
La Copa del Mundo 2026 se celebrará del 11 de junio al 19 de julio. La inauguración está prevista en el Estadio Azteca el 11 de junio, y México deberá cubrir, además de los estadios, anillos de movilidad que incluyen carreteras, aeropuertos y puertos. En ese mosaico, los binomios de SEMAR son una pieza que acorta incertidumbre: cuando los sensores no alcanzan, la nariz entrenada discrimina olores mezclados y variables con una sensibilidad que la tecnología todavía no iguala de modo confiable en campo.
Hay antecedentes de coordinación interinstitucional que ayudan a leer este anuncio. Reportes públicos señalan que, desde 2022, la SEDENA probó escenarios de respuesta en estadios mexicanos, incluyendo supuestos con artefactos explosivos improvisados y agentes químicos. Documentos de su área de Contraterrorismo —difundidos en su momento por el colectivo Guacamaya— mencionaban incluso la intención de formar una Fuerza de Tarea Multinacional con contrapartes de Estados Unidos y Canadá, y proponían prácticas tanto en el Estadio Azteca como en instalaciones militares de la Ciudad de México. La Marina se inserta en esa dinámica con un componente humano-tecnológico que solo funciona si hay rutina y confianza entre perro y guía.
Los instructores del video lo explican sin grandilocuencias. La cabo Fabián insiste: primero socializar, porque el mundo real puede abrumar a un cachorro si todo es nuevo. La marinera Reyes habla del juego como motor: sin disfrute, no hay constancia. Y el marinero Ixtla aterriza el proceso: selección, fases, objetivo. No hay fórmulas secretas; hay repetición y claridad. El “atractor” no es un premio cualquiera: es la moneda afectiva con la que se paga la concentración en entornos con miles de olores compitiendo al mismo tiempo.
¿Qué falta por saber?
Detalles que importan para medir el avance: cuántos binomios se certificarán, dónde operarán (si en el AICM, en el AIFA u otras terminales), con qué metas de desempeño y bajo qué protocolos se coordinarán con SEDENA, Guardia Nacional, administraciones aeroportuarias y organizadores del evento. Es razonable que parte de esa información se reserve por motivos operativos; lo relevante es que el proceso formativo está en marcha y que las pruebas en entorno real llegarán antes del pico de movilidad mundialista.
Más allá del calendario, hay una lectura de fondo. Presentar a la “Generación FIFA” con rostros y nombres humaniza una tarea que suele describirse solo como “dispositivos de seguridad”. Aquí hay personas que enseñan y perros que aprenden, y el vínculo entre ambos hace la diferencia. En campo, un marcaje claro evita falsas alarmas y permite decidir con calma. Un castigo mal aplicado, en cambio, puede volver al perro inseguro y comprometer la operación. Por eso el entrenamiento cuida los errores sin romper la confianza.
El valor del binomio se nota cuando el entorno está saturado: llegadas internacionales con retraso, maletas apiladas, anuncios simultáneos, olor a combustible y a comida, niños corriendo, cámaras grabando. Ahí, la constancia que se construyó con juego y rutina se traduce en segundos ganados y en decisiones que parecen obvias, pero no lo son: marcar o no marcar, escalar o mantener el rastreo. En una fiesta global, la seguridad es, sobre todo, la suma de pequeñas certezas.
También hay un mensaje de pedagogía pública. Cuando SEMAR explica que primero aprende la manada, que después viene el mundo de las texturas y ruidos, y que más tarde se fija la función y el marcaje, no solo está abriendo una ventana a su metodología; está gestionando expectativas. Los cachorros que hoy huelen pasto, pronto deberán ignorar sirenas, luces, cámaras y prisas. Ese salto no ocurre en dos semanas. Y es mejor hacerlo bien que hacerlo rápido si lo que está en juego es la confianza de millones de usuarios.
El cierre del video condensa el compromiso: “proteger y cuidar este gran evento que une a millones de personas”. Traducido a operativo real, eso significa binomios que trabajen sin fallas, guías que lean marcajes sin dudar, mandos que coordinen sin protagonismos y una red que conecte a federación, estados y administraciones aeroportuarias. La “Generación FIFA” no resuelve sola la ecuación, pero cubre una pieza crítica: donde los ojos no llegan, llega el olfato.