
Bastó la difusión y viralización de dos videos que duran menos de un minuto para que, nuevamente, naciera un “lord” y, lo más delicado, se volviera a evidenciar la violencia machista que se vive en México… incluso entre extranjeros que residen en nuestro país. La víctima respondería al nombre de Cristina; su agresor, al de Jaime Salem.
En las brutales imágenes se observa cómo, en el estacionamiento de un exclusivo complejo residencial al sur de la capital del país, el hoy apodado “Lord Elevador” somete a quien fuera su pareja para agredirla repetidamente, a plena luz del día, en presencia de otras personas y con total impunidad.
Cámaras de seguridad grabaron el momento, ocurrido el 23 de julio, en el edificio del complejo habitacional Residencial Avivia, ubicado en la colonia Lomas del Chamizal, alcaldía Cuajimalpa, Ciudad de México.
Eran las cinco de la tarde con seis minutos cuando, en las primeras imágenes, se observa la entrada de varias camionetas y automóviles sedán por las plumas de acceso, donde hay al menos dos guardias de seguridad.
En la escena aparece un hombre calvo, con playera negra y pantalón de mezclilla, cruzando de extrema derecha a izquierda hacia uno de los vehículos previamente estacionados. Sale del cuadro por unos segundos y reaparece llevando a una mujer tomada del cabello, empujándola hacia el acceso de los elevadores. La violencia es evidente, pero ningún testigo interviene. Solo se quedan inmóviles, incluyendo los supuestos vigilantes.
Es hasta que la mujer tropieza y cae al piso que logra llamar la atención de un sujeto de traje, quien le pide apoyo a su compañera. Sin embargo, ella se detiene a medio camino y prefiere no intervenir, mientras la víctima y el agresor ingresan al ascensor en medio de más gritos y empujones.
Una vez que la puerta se cierra, otra cámara capta al agresor sometiendo a la mujer de cabello rubio por el cuello. La empuja contra la pared, la cachetea hasta volverla a tirar al piso. Ella, arrinconada, no hace más que intentar cubrirse el rostro mientras él incluso la patea. Finalmente, le arrebata el celular y lo observa por breves momentos. Mientras continúan discutiendo, le propina un puñetazo en el estómago.
Después, ambos salen del elevador: él caminando con normalidad; ella encorvada, con evidentes signos de dolor.
Aunque las imágenes no cuentan con audio, son suficientes para retratar el llanto, la desesperación y el terror que Cristina vivió durante aproximadamente un minuto.
De acuerdo con las primeras investigaciones, la víctima es de origen español y madre de una niña pequeña, mientras que Jaime Salem, también referido en algunos registros como Jaime Shehoah, es un empresario de origen israelí, que hasta el momento no ha sido detenido.
Durante casi dos semanas, la historia permaneció oculta, hasta que las imágenes comenzaron a circular en redes sociales el 5 de agosto. Fue entonces cuando el país entero vio con sus propios ojos lo que tantas veces se denuncia y tan pocas veces se prueba: la violencia de género dentro de hogares supuestamente “seguros”, protegidos por guardias, cámaras y códigos de acceso. Ahí donde nadie entra, pero tampoco nadie interviene.
Esa misma noche, Cristina fue atendida por paramédicos de la Cruz Roja Mexicana. Presentaba lesiones severas en el rostro: pómulo inflamado, labios rotos, heridas en la ceja y cerca de la nariz. También tenía marcas de golpes en el abdomen y, según testigos, sufrió un ataque de pánico.
Lo que siguió fue una denuncia formal ante las autoridades. El despacho Cohen & Ibarra Abogados, que representa legalmente a la víctima, emitió un comunicado el 6 de agosto, confirmando que desde el día de la agresión se solicitaron medidas de protección para Cristina y su hija menor de edad.
“La víctima aún teme por su vida y ha recibido amenazas posteriores al hecho”, refiere el comunicado. Asimismo, pidieron a los medios de comunicación y a la ciudadanía “respetar la privacidad de la víctima y su familia, pues atraviesan un proceso doloroso y complejo”.
La carpeta de investigación está a cargo de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, dependencia que ya abrió un expediente por el delito de violencia familiar agravada, aunque no ha emitido información pública sobre el caso. Lo más preocupante es que el agresor no ha sido localizado y su paradero es desconocido.
Vecinos del mismo fraccionamiento han compartido testimonios en redes sociales, calificando a Jaime como un inquilino problemático, conocido por tener comportamientos violentos. Esto ha generado aún más indignación.
Aunque Cristina permanece resguardada, se ha visto obligada a suspender su rutina de vida, proteger a su hija, atender secuelas físicas y psicológicas, y enfrentarse a una exposición pública no deseada. Mientras tanto, a dos semanas del brutal atentado, el responsable continúa gozando de impunidad.
Lo que ocurrió dentro de ese elevador fue solo el desenlace visible de una historia más larga. Una historia que, como tantas otras, inicia con bromas lascivas, que se elevan a gritos, celos, amedrentamientos… acompañadas de puertas cerradas.
Porque lo ocurrido dentro de ese elevador no fue un “momento de ira”: fue violencia estructural, misoginia sostenida, machismo normalizado.
El Código Penal de la Ciudad de México establece que la violencia familiar es un delito que puede castigarse hasta con cuatro años de prisión, y que las penas aumentan si la víctima se encuentra en condiciones de vulnerabilidad.
Asimismo, en la capital existen Centros de Justicia para las Mujeres, donde se brinda atención psicológica, médica, jurídica y protección a víctimas de violencia. Además, la Fiscalía puede emitir órdenes de protección inmediatas sin necesidad de juicio previo.
A pesar de este marco legal, la realidad es que muchas mujeres, como Cristina, siguen dependiendo del respaldo social y de la presión mediática para que su caso avance. Ella sobrevivió. Pero miles de mujeres en México no corren con la misma suerte.