El asesinato de Bernardo Bravo Manríquez, líder limonero del Valle de Apatzingán, no quedó en silencio.
Tres semanas después del crimen, la Fiscalía de Michoacán obtuvo órdenes de aprehensión contra César Alejandro “N”, alias El Botox, y Jonathan “N”, conocido como El Timbas, identificados como los presuntos responsables materiales e intelectuales del homicidio ocurrido el 19 de octubre en Cenobio Moreno, municipio de Apatzingán.
El caso cimbró a la región productora de limón más importante del país pues Bravo había encabezado durante meses, movilizaciones de productores contra las extorsiones y cobros de piso que los grupos criminales imponen en la zona de Tierra Caliente. El día de su muerte, viajó desde Morelia hasta Apatzingán para participar en una reunión con limoneros pero nunca regresó.
La investigación ministerial confirmó que el 6 de octubre, trece días antes de ser asesinado, Bernardo Bravo fue secuestrado brevemente y liberado un día después. Durante su cautiverio recibió amenazas directas para desistir de sus acciones gremiales.
El episodio fue denunciado de manera informal, pero el líder decidió continuar sus actividades.
El 19 de octubre, salió de Morelia rumbo al tianguis limonero de Apatzingán en una camioneta blanca acompañado de sus escoltas y a las cuatro de la tarde, después de hacer algunas llamadas, pidió que lo dejaran solo para acudir a una reunión en la comunidad de Cenobio Moreno, sin imaginar que era una trampa.
Y es que hoy se sabe que en ese punto ya lo esperaban El Botox y El Timbas, junto con otros hombres armados, ahí, Bernardo llegó sin escoltas, convencido de que se trataba de una reunión de trabajo.
Los agresores lo subieron de nuevo a su propia camioneta y la dejaron abandonada más adelante, sobre el camino a Tepetates siendo su cuerpo hallado al día siguiente, dentro de su propio vehículo todavía encendido.
Los nombres de quienes lo citaron ya estaban en las carpetas desde antes: César Alejandro “N”, conocido como El Botox, y Jonathan “N”, alias El Timbas.
El primero, es señalado por la Fiscalía como el jefe de la célula que domina Apatzingán; el segundo, su hombre de confianza.
Ambos, ligados al grupo criminal Los Blancos de Troya, con presencia en toda la franja limonera de Tierra Caliente.
El Botox es descrito por las autoridades como un operador que combina la violencia y la negociación: extorsiona a productores, fija precios y controla rutas. Su estructura impone cuotas a empacadoras y transportistas; quien se niega, desaparece.
A su lado, El Timbas coordina los ataques y los levantones.
El grupo que dirigen —Los Blancos de Troya— surgió hace más de una década y se extendió entre Michoacán y Guerrero. En las zonas específicas de Apatzingán, Buenavista y Tepalcatepec, se les atribuyen secuestros, ejecuciones y control de la venta de limón.
Pese a la detención de antiguos jefes como Gerardo “N”, alias La Silla, y la captura de Joana “S”, hija de El Botox, la red no se desmanteló: cambió de nombre, pero no de manos y es que su poder se sostiene en el miedo.
La Fiscalía de Michoacán afirma que mezclan las rutas del narcotráfico con la economía agrícola: una simbiosis que les permite moverse entre los huertos y las bodegas sin levantar sospechas. Es por eso que los productores hablan en voz baja… y por eso Bernardo Bravo, que se atrevió a nombrarlos, fue asesinado.
Los fiscales de homicidio doloso acreditaron la planeación del crimen y la participación directa de El Botox y El Timbas, además los dictámenes periciales coinciden en que las armas usadas en el asesinato corresponden a las mismas empleadas en otros homicidios recientes de productores agrícolas en la zona.
Los investigadores rastrean vínculos con al menos cuatro ejecuciones similares ocurridas en Apatzingán y Buenavista entre septiembre y octubre.
Es ahí, en Tierra Caliente, donde la noticia de las órdenes de aprehensión se recibió con cautela.
El gobierno de Michoacán, encabezado por Alfredo Ramírez Bedolla, anunció refuerzos en Apatzingán, Tepalcatepec y Los Reyes, además de nuevos controles de vigilancia en los tianguis agrícolas, sin embargo, son los mismos agricultores quienes denuncian que las amenazas no cesan.
El asesinato de Bernardo Bravo volvió a mostrar la fragilidad del campo michoacano pues en menos de un año, tres dirigentes agrícolas han sido ejecutados en circunstancias similares mientras las extorsiones y los secuestros se han normalizado como parte del costo de operar en la región.
Por su parte la FGE insiste en que no habrá impunidad y que se mantendrán los operativos hasta lograr la captura de los responsables. Aun así, los limoneros continúan trabajando bajo la sombra de los mismos grupos que Bravo enfrentó.