Hoy cierran las campañas y, a partir de la medianoche,
comienza la famosa veda electoral, esos días en que las y los ciudadanos
debemos reflexionar nuestro voto para acudir a las urnas el próximo domingo 2
de junio.
En teoría, no sólo debemos definir a qué candidata o candidato le daremos nuestro voto, sino que también está en juego a qué partido y a qué proyecto deseamos apoyar.
Sin embargo, pareciera que, inclusive ahora, a tan pocos días de los comicios, algunos movimientos políticos están dispuestos a sacrificar sus supuestos ideales, su pretendida identidad y sus principios con tal de formar alianzas y ganar votos.
Los zigzagueos y las deslealtades siempre han sido parte de la “realpolitik”, pero la verdad es que, de unos años a la fecha, el chapulineo ha sido cada vez más frecuente y, hay que decirlo, más desvergonzado.
El caso más reciente es el de Alejandra del Moral. Apenas el año pasado se enfrentó a la morenista Delfina Gómez como candidata del PRI, del PAN y del PRD para la gubernatura del Estado de México, un bastión del priismo que nunca había sido derrotado en dicha entidad.
El 21 de febrero de este año, Del Moral subió una foto con Xóchitl Gálvez, la candidata presidencial de la coalición opositora, en el que reafirmaba su apoyo a la alianza Fuerza y Corazón por México.
Tres meses después, y a menos de una semana de las votaciones, Alejandra del Moral dio un volantazo de 180 grados.
Presentó su renuncia al PRI, y aseguró que su partido se ha alejado del diálogo y que ha “dejado de ser la auténtica voz del pueblo”. Son muchos cambios, y muy oportunos, en tan poco tiempo.
Sobre todo, porque, el mismo día, la candidata oficialista Claudia Sheinbaum, que, hasta entonces, era su declarada adversaria política, compartió una fotografía con Del Moral, celebrando sus coincidencias y anunciando que la mexiquense se “sumaría a su proyecto”.
Las reacciones no se han hecho esperar. Del lado de los opositores, la candidata Xóchitl Gálvez destacó el hecho de que Morena ha incorporado a muchos ex panistas y ex priistas a su movimiento. También aseguró que los ciudadanos no estaban de acuerdo con estas prácticas porque, dijo, “la gente detesta y castiga la incongruencia”.
Llamó la atención que Arturo Montiel, ex gobernador del Estado de México, y una de las figuras más destacadas del priismo y del llamado grupo Atlacomulco, le reprochó a Alejandra del Moral su salida del Revolucionario Institucional. Sin embargo, también celebró su partida y aseguró que Del Moral no se lleva nada de este del PRI, que los priistas se mantienen fuertes y que van a ganar en todo el Estado de México.
Por su parte, Alejandro Moreno, dirigente nacional del PRI, sostuvo que Alfredo del Mazo, quien fue gobernador del Estado de México, traicionó a su partido y le entregó el estado a Morena. También aseguró que la militancia priista no se vio afectada por la salida de Del Moral.
Del otro lado, en Morena y sus partidos aliados, las justificaciones e incluso los malabares identitarios no se hicieron esperar. Gerardo Fernández Noroña, izquierdista recalcitrante y por lo general consecuente con sus ideales, declaró que “Alejandra del Moral decidió estar del lado correcto de la historia, en un momento clave de las elecciones en el país”.
El mismo presidente Andrés Manuel López Obrador justificó la decisión de Del Moral, bajo el pretexto de que, en estos momentos, no hay cabida para la indefinición.
Nada de esto debe sorprendernos. El caso de Alejandra del Moral, aunque es el más reciente, no es el único chapulinazo que se ha dado hacia Morena. En realidad, si algo ha caracterizado a la llamada Cuarta Transformación, es su capacidad de “recibir” a sus adversarios, como si, por arte de magia, o gracias al contacto divino con el presidente López Obrador”, sus opositores se transformaran y se purificaran.
Eruviel Ávila, exgobernador y exdirigente del PRI en el Estado de México, renunció a su militancia el año pasado para lanzarse como diputado del Partido Verde Ecologista de México, aliado de Morena. También se hizo famoso el caso de diversos ex gobernadores priistas a los que la actual Administración les ofreció puestos diplomáticos: Omar Fayad, Quirino Ordaz, Claudia Pavlovich, Carlos Aysa y Carlos Joaquín González.
Todos los políticos tienen derecho a revisar sus convicciones y a cambiar de partido. Y todos los movimientos tienen derecho a incorporar nuevos elementos. Pero otra cosa muy distinta es el oportunismo descarado. Imagínense ustedes qué pensarían de un jugador de futbol que, a mitad de un partido, en la final de la copa, se cambiara la playera a la del equipo contrincante.
Todas y todos debemos meditar nuestro voto. Pero casos como estos nos recuerdan que tampoco debemos enemistarnos con nuestros adversarios. Porque parece ser que los votantes somos más congruentes que los partidos y que los políticos. Y, al paso que vamos, puede ser que los que hoy están en un lado, mañana militen en el otro.
Yo soy Adela Micha