Por primera vez en 20 años la boleta electoral de México no tendrá plasmado el nombre de Andrés Manuel López Obrador, pero la proyección de su sombra en los comicios es indiscutible… No podría ser de otro modo cuando este sexenio fue una campaña incesante, una carrera de resistencia… Y al encontrarnos en la última milla parece que la imaginación política se convirtió en una bestia mitológica… Porque en el arranque de las campañas la atención no fue para las propuestas… Todo se centró en un pacto de sangre y un penoso lapsus discursivo… Ojalá que el camino se enmiende, o habremos desperdiciado otra vez una oportunidad histórica… El viernes México estaba expectante, por fin escucharíamos a Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez hablar de sus proyectos de nación… Propuestas políticas que tuvieron varios meses para afinar… En el caso de Claudia Sheinbaum para sorpresa de nadie llenó el Zócalo de la Ciudad de México, la marea guinda que creó López Obrador para sí mismo, ahora apoya a Sheinbaum… El Zócalo que tantas veces llenó el Presidente cuando era oposición, ahora coreaba el nombre de la candidata del oficialismo… Detrás de ella todas las corcholatas presidenciales y en un área especial, la crema y nata de Morena… Sencillamente porque hay unos militantes más iguales que otros… El obradorismo es la herencia de Claudia Sheinbaum… Y su principal combustible… Por eso no extraña que su oferta central sea la continuidad… Por eso no extraña su resistencia a decir abiertamente y con todas sus letras que en caso de ganar la presidencia recibirá a un país sumido en la peor situación de violencia en todo lo que va del siglo… No lo nombra, pero existe… Y por ello, poderosa fue la imagen del primer mitin de campaña de Claudia Sheinbaum… Ella, entre papelitos guinda en el templete de un Zócalo a reventar, pero a un costado el plantón de los familiares de los 43 normalistas de Ayotzinapa… Esa es la imagen que resume lo que este gobierno hizo con las víctimas…