El nexo se llama David León, a quien el presidente Andrés Manuel López Obrador había nombrado como el encargado de todo el sistema de compras y distribución de medicamentos en el país, y de quien dijo que era uno de los “mejores servidores públicos de este gobierno”. Se trata, en efecto, del mismo personaje que se ve entregando dinero en efectivo a Pío y Martín López Obrador.
Anaya reiteró que la falta de medicamentos “es responsabilidad de este gobierno, por su ineptitud, su soberbia y su corrupción”.
“López Obrador siguió el camino de siempre: primero negó el problema, luego prometió arreglarlo y para variar, no ha cumplido”, dijo.
Recuerda que en 2020 el presidente negó el desabasto y que apenas en junio pasado prometió que en una semana llegarían todas las medicinas, y “como todos sabemos, las medicinas siguen sin llegar”.
“La causa de este desastre que pone en riesgo la vida de millones de personas, continúa Anaya, es que este gobierno, con el pretexto de dizque combatir la corrupción, destruyó el sistema de compras y distribución de medicamentos, vetó a las farmacéuticas, cerró plantas de producción, puso trabas a la importación de medicinas y rompió la cadena de distribución. Concentraron todas las compras en la Secretaría Hacienda y le encargaron la distribución a una empresa del gobierno. Cuando vieron que eso no iba a jalar, se les ocurrió contratar a un organismo internacional, lo cual tampoco funcionó”.
Lo peor es que “López Obrador se da baños de pureza y nos está saliendo peor que los anteriores”. “Estamos en el peor de los mundos”, dice Anaya, porque “con todos los cambios absurdos que hizo López Obrador, no se acabó la corrupción, al contrario; y sí nos quedamos sin medicinas”.
“El gobierno debería saber que con la salud no se juega. Que en cuestión de medicinas, los errores cuestan vidas. La soberbia, la ineptitud y la corrupción matan”, asegura Ricardo Anaya.
En la parte final de su publicación, propuso: “para arreglar el desastre: primero, que López Obrador y sus hermanos dejen de querer hacer negocio con las medicinas; segundo, restablecer los mecanismos de compra y distribución de medicamentos que sí funcionaban; y tercero, adoptar medidas inteligentes y eficaces para eliminar cualquier acto de corrupción, sin afectar los servicios de salud para la gente”.