En este momento, el Programa de Resultados Electorales
Preliminares, el PREP, ya prácticamente ha registrado todos los votos de la
elección del pasado 2 de junio. Y conforme ha ido avanzando el conteo, sólo se
ha corroborado la tendencia que todos conocíamos: Morena y sus partidos aliados
se llevaron una victoria contundente en las urnas, y, por lo tanto, la balanza
del poder está muy inclinada hacia un lado.
En los últimos años, las fuerzas políticas de México han atravesado un reacomodo muy significativo. Más allá de las celebraciones por parte de unos, y de las lamentaciones por parte de otros, es muy importante que los diversos partidos políticos de nuestro país inicien un proceso de reflexión profunda.
Del lado de Morena, es muy importante que asuma, con gran responsabilidad, el enorme poder que ha recibido por parte de la ciudadanía. Desde que obtuvo su registro en 2014, Morena prácticamente no ha conocido más que las victorias electorales.
Esto refleja, por un lado, el gran apoyo con el que cuenta. Pero también es una enorme responsabilidad, peligrosa en mi opinión, gobernar sin contrapesos. Porque, además de la presidencia, de la mano del Partido del Trabajo y del Partido Verde, gobierna 24 estados de la república, y tendrá prácticamente todo el control del Congreso de la Unión, desde donde muy posiblemente intentarán reformar el Poder Judicial y el Instituto Nacional Electoral.
Morena está obligado, por un lado, a no traicionar las expectativas que la mayoría de los ciudadanos depositaron en su partido. Y, al mismo tiempo, debe ser capaz de escuchar a los millones de mexicanos que votaron por otras alternativas.
Por otra parte, la prueba de fuego para Morena es ver si será capaz de organizarse como una fuerza política que logre funcionar y trascender sin el liderazgo del hoy presidente Andrés Manuel López Obrador.
Tanto al Partido Verde, que hace relativamente poco estaba a punto de perder el registro, como al Partido del Trabajo, les ha funcionado bien sumarse a Morena. Son partidos que, en casi todo el país, carecen del arrastre necesario para competir por su cuenta. Pero de la mano de Morena, han conseguido sobrevivir. En el Congreso de la Unión sus votos serán decisivos para la aprobación de las reformas que la llamada Cuarta Transformación buscará impulsar.
Del otro lado, para los partidos opositores, el PRI, el PAN y el PRD debe comenzar, de manera urgente, un periodo de reflexión. Porque ninguno de ellos ha sido capaz de remontar la caída en picada que han vivido desde las elecciones intermedias de 2015. La oposición ha sido incapaz de articular un proyecto alternativo que convenza a la ciudadanía.
Para empezar, deben reflexionar, y muy seriamente, si durante los próximos años les conviene seguir formando una coalición que ha estado lejos, muy lejos, de dar los resultados electorales que buscaban.
No pudieron llevarse siquiera la Ciudad de México, donde, debido a los resultados de la elección intermedia de 2021, muchos esperaban un triunfo de su parte o, cuando menos, una contienda más cerrada.
En este momento, el PRD es el partido que se encuentra en una situación más vulnerable. Debemos esperar el resultado final de los conteos, pero, según los datos que existen hasta el momento, es muy posible que no alcance el 3% de los votos necesarios para mantener su registro como partido político.
No es extraño que el PRD esté atravesando una crisis. Al final de cuentas, fue un partido de izquierda que surgió y estuvo muy ligado a los líderes que forman parte o apoyan a Morena. En particular, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador. Sin lugar a duda, el PRD necesita crear liderazgos y articular una identidad propia. Porque, en este momento, su vida pende de un hilo.
También el PRI atraviesa por un momento de inestabilidad. Con sus casi cien años de historia, obtuvo una cantidad de votos muy similar a nivel Federal que Movimiento Ciudadano, un partido emergente. Apenas el año pasado, perdió la gubernatura del Estado de México, una entidad históricamente priista. Además, a lo largo del sexenio y por diversos motivos, algunos de los políticos más importantes del PRI decidieron salirse del partido.
Y aunque el Partido Acción Nacional haya conseguido reafirmar su victoria en Guanajuato y en alcaldías de la Ciudad de México como la Cuauhtémoc, la Miguel Hidalgo y la Benito Juárez, dista mucho de ser la fuerza política que en 2000 consiguió la alternancia partidista y que en 2006 volvió a llevarse la presidencia.
Por su parte, aunque Movimiento Ciudadano consiguió reafirmar su victoria en Jalisco y aun cuando obtuvo alrededor del 10% de los votos, estuvo muy lejos de obtener el segundo lugar que había anunciado. Claudia Sheinbaum quintuplicó los votos de Jorge Álvarez Máynez.
Esto significa que, tal y como se había previsto, Movimiento Ciudadano debe pensar muy seriamente qué papel ocupará a lo largo del sexenio y durante los próximos procesos electorales. Porque, pese a contar con algunos liderazgos regionales, de manera realista, todavía está muy lejos de ser esa tercera vía en la que pretende convertirse.
Habrá que ver, además, si, en el Poder Legislativo, los emecistas deciden apoyar u oponerse al oficialismo
En el transcurso de las próximas semanas y de los próximos meses, irá disminuyendo poco a poco el ruido de las elecciones. A partir de ahora, los políticos ya no deben pensar en las elecciones, sino que deben asimilar los resultados electorales para reorganizarse y trabajar de cara a los desafíos de un México plural, muy complejo y con enormes retos.
Yo soy Adela Micha.