Nadie puede negar que ayer fue un día histórico para
México. Por la tarde, Claudia Sheinbaum, virtual presidenta electa, dio su
primera conferencia de prensa desde Palacio Nacional. Se ha dicho mucho, pero
vale la pena acentuarlo, que Sheinbaum será la primera mujer en ocupar este
cargo. Y, como correspondía, en su diálogo con los medios de comunicación, no
estuvo acompañada del presidente Andrés Manuel López Obrador. La próxima semana
Sheinbaum dará a conocer su gabinete y entonces arrancará el proceso de
transición presidencial.
Sin embargo, así como comenzaron nuevos ciclos dentro de la política nacional, otros llegaron a su fin. Lo digo porque también ayer se dio a conocer que, después de 35 años de vida y de historia, el Partido de la Revolución Democrática, el PRD, perderá su registro federal como partido político.
Según los cómputos distritales llevados a cabo por el Instituto Nacional Electoral, el PRD obtuvo el 1.86% de los votos en la elección presidencial, el 2.27% en la Cámara de Senadores y el 2.43% en San Lázaro. Se trata de una estrepitosa derrota, pues no sólo no alcanzó el 3% de los votos necesarios para mantener su registro, sino que a nivel federal, hubo más votos anulados que sufragios para el PRD.
Es por este motivo que la Unidad de Fiscalización del INE envió una notificación a las oficinas del PRD ubicadas en la colonia Escandón de la Ciudad de México, para informar a los dirigentes del partido la pérdida de su registro. De este modo, dará inicio la llamada “fase de prevención”, en la cual el INE nombrará a un interventor para ocuparse del manejo financiero del partido, que, al no alcanzar el registro, perderá el derecho a recibir y administrar recursos públicos.
Oficialmente, no todo está perdido. Jesús Zambrano, dirigente nacional del PRD, anunció que impugnarán el resultado de la elección debido a supuestas irregularidades y a la intervención del presidente López Obrador en el proceso democrático. Todavía falta que el Tribunal Electoral avale los resultados de la elección y que atienda las quejas. Todo esto sucederá a más tardar en agosto, antes del primero de septiembre, cuando dé inicio la nueva Legislatura del Congreso de la Unión. Sin embargo, por la información que se tiene hasta ahora, la muerte del llamado “Partido del Sol Azteca”, parece inevitable.
Éste es un hecho muy relevante. Nadie, ni siquiera sus detractores, pueden regatearle al PRD la enorme importancia histórica que tuvo para la vida política de México.
Los antecedentes del PRD están en la llamada Corriente Democrática del PRI. Se trató de un movimiento de centroizquierda, encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, que se oponía al giro neoliberal y tecnócrata del PRI, y que reivindicaba los valores nacionalistas, revolucionarios, democráticos y cardenistas del partido oficial.
Ante la imposibilidad de negociar, la Corriente Democrática se separó finalmente del PRI, sumó a diversos partidos y líderes de la izquierda mexicana y compitieron en la muy polémica elección de 1988 bajo el nombre de “Frente Democrático Nacional”. Poco después, el 5 de mayo de 1989, decidieron reorganizarse y fundar el Partido de la Revolución Democrática.
El PRD es una escisión del oficialismo y, al mismo tiempo, abandonó los métodos violentos que caracterizaron a algunos sectores de la izquierda mexicana. De este modo, logró construir una plataforma que le permitió obtener victorias electorales a la izquierda y que contribuyó a democratizar el país.
En 1997, el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados y Cuauhtémoc Cárdenas se convirtió en Jefe de Gobierno de la Ciudad de México. En la controvertida y muy cerrada elección de 2006, el PRD, de la mano del hoy presidente Andrés Manuel López Obrador, estuvo a punto de ganar la presidencia.
Además, tampoco puede ignorarse que en el PRD se formaron y crecieron los liderazgos que hoy constituyen la principal fuerza política del país: el presidente López Obrador, la virtual presidenta electa Claudia Sheinbaum, la jefa de Gobierno capitalino electa Clara Brugada, Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, entre muchos otros.
Sin embargo, las luchas internas de poder, las ambiciones personales y el liderazgo impositivo del presidente López Obrador fueron provocando fracturas en el seno del partido. A finales de julio de 2012, después de que el expresidente Enrique Peña Nieto ganara las elecciones, hubo un quiebre al interior del PRD. Mientras que el ahora presidente López Obrador, al igual que en 2006, pretendía desconocer los resultados electorales, otros perredistas proponían aceptar la victoria de Peña Nieto, firmar el Pacto por México y negociar como fuerza opositora con el PRI y el PAN.
Después de esta ruptura, con la salida de los liderazgos históricos y la fundación de Morena, la identidad del PRD se fue disolviendo y su fuerza política, inevitablemente disminuyendo. En este sentido, se ha cuestionado mucho si hizo bien en aliarse al PAN y al PRI para competir contra la coalición oficialista.
Ahora, todo parece indicar que esta larga historia ha llegado a su fin. El PRD mantendrá solamente su registro local en 13 entidades de la república. Jesús Zambrano, presidente nacional del partido, aseguró que, aprovechando el movimiento de la llamada “Marea Rosa”, buscarán construir un nuevo partido político.
Resulta paradójico que, ahora que el PRD perderá el registro, México volverá a ser gobernado por una sola fuerza política dominante. También es cierto que la historia del PRD debe servir de ejemplo al PAN y al PRI, que sufrieron una estrepitosa derrota electoral. Es muy importante que, en esta etapa que comienza, las fuerzas opositoras de izquierda, centro y derecha, consigan articular un proyecto real, que no sólo consista en rechazar al oficialismo.
Con la muerte del PRD se cierra un ciclo histórico. Todos esperamos que este nuevo capítulo de la historia política de México sea más plural, más incluyente, más justo y más democrático. Porque, de lo contrario, las luchas del pasado no habrán servido de nada.
Yo soy Adela Micha