La liberación de Emilio Lozoya es una humillación al Presidente López Obrador… Una obscena exhibición de la mediocridad de la Fiscalía General de la República… Y la muestra de que la lucha contra la corrupción que encumbró en el poder a la 4-T, fue una farsa… En 2018 López Obrador reclamaba que el Gobierno no quería tocar a los corruptos… Hoy es evidente que su Gobierno quiso, pero no pudo… Por ineptos, por inútiles, por incompetentes… No importa… El resultado es el mismo, una administración que apesta a impunidad… Este caso es un laberinto que comenzó hace cuatro años cuando Emilio Lozoya, el poderoso ex presidente de Petróleos Mexicanos cayó en desgracia al ser vinculado con dos casos de corrupción… Agronitrogenados, que fue la compra de una planta chatarra a sobreprecio… Y Odebrecht, la trama de sobornos que tambaleó a Gobiernos de América Latina, que provocó la renuncia de Presidentes… Pero aquí Lozoya era el único indiciado… En febrero de 2020 lo extraditaron desde España a México… Entonces se esperaba que la Fiscalía General de la República a cargo de Alejandro Gertz Manero, atacara con ferocidad… Finalmente la cabeza de Lozoya era el estandarte que López Obrador usó mucho tiempo para decir que su Gobierno no era como los otros… Hoy recordarlo así causa indignación… Cuando Lozoya llegó a México los fiscales del caso ni siquiera pidieron la prisión preventiva, dejaron al exfuncionario únicamente con un brazalete electrónico… La suavidad del trato es porque Lozoya se había dicho dispuesto a colaborar con la justicia, a destapar una cloaca de corrupción que llegaría hasta Los Pinos… Y aportó una denuncia de hechos de 63 páginas contra la crema y nata de la clase política de México… Pólvora mojada… Una burla, porque solo una persona de todas las que mencionó está bajo proceso… Emilio Lozoya se carcajeó en la cara de la 4-T…