
El agua llegó sin aviso suficiente. En cuestión de minutos, las calles de Nueva York se transformaron en ríos desbordados. Era la hora pico del jueves cuando el frente frío descargó su fuerza sobre la ciudad, dejando autos varados, estaciones de metro convertidas en cascadas y miles de pasajeros atrapados. La gobernadora Kathy Hochul y el alcalde Eric Adams no tardaron en declarar el estado de emergencia, mientras millones intentaban regresar a casa.
La tragedia en Maryland
A cientos de kilómetros, la tormenta cobró su primera víctima. Un niño de 13 años jugaba en la calle cuando el agua lo sorprendió. Eran las 5:30 de la tarde. La corriente lo arrastró hasta una tubería de drenaje. Los rescatistas llegaron rápido, pero el cauce ya lo había reclamado. “El agua nos llegaba a la cintura”, contó Alexander, portavoz del cuerpo de bomberos voluntarios de Mount Airy.
La ciudad que nunca duerme… paralizada
En Nueva York, la escena parecía sacada de una película. En Queens, conductores subidos a los techos de sus vehículos esperaban auxilio mientras un tráiler quedaba casi cubierto. En Brooklyn, un autobús de la MTA acumulaba agua en el pasillo central. “Necesitan agentes de tránsito aquí. Está inundado”, se escucha en un video difundido en redes sociales.
El metro, corazón de la ciudad, sufrió su propia crisis. Videos desde la estación Jay Street-MetroTech mostraban chorros de agua cayendo por las paredes. En Grand Central, las plataformas estaban bajo charcos que impedían caminar. Un tren de Long Island Rail Road quedó detenido durante horas; los bomberos evacuaron a los pasajeros con escaleras portátiles. “Me asusté cuando las luces se apagaron completamente. Pensé: algo grave está pasando”, relató Jessica Grant, que volvía a casa tras una jornada de trabajo.
El caos en el aire
En tierra, la situación era caótica. Y en el aire, no fue distinto. Los aeropuertos John F. Kennedy, LaGuardia y Newark ordenaron suspender vuelos. Más de 1.170 operaciones fueron canceladas en toda la región, con retrasos de hasta tres horas en las pistas. Amtrak también detuvo sus trenes entre Filadelfia y Wilmington. La normalidad, explicaban las autoridades, no volvería sino hasta después del amanecer.
Un verano bajo agua
El Servicio Meteorológico Nacional confirmó lluvias de hasta 127 milímetros en pocas horas. “Podríamos ver acumulaciones históricas”, advirtió la gobernadora Hochul. Y aunque el agua empezó a retroceder entrada la noche, la alerta por inundaciones se mantuvo hasta el viernes.
Los expertos advierten que estos fenómenos se vuelven más comunes. Un estudio de la organización Climate Central sostiene que desde 1970 las precipitaciones extremas han aumentado casi un 90% en las principales ciudades de Estados Unidos, impulsadas por el cambio climático.
Esperanza entre la incertidumbre
Con la ciudad bajo vigilancia y los daños aún por contabilizar, la instrucción oficial fue clara: quedarse en casa y evitar todo desplazamiento. Para los millones que vieron su rutina interrumpida, quedará la imagen de la ciudad que nunca duerme, obligada esta vez a detenerse por la fuerza del agua.