A seis días del robo más audaz en la historia reciente de Francia, las autoridades lograron dar el primer golpe contra la red que asaltó el Museo del Louvre. Dos hombres fueron detenidos el sábado, uno en el aeropuerto Charles de Gaulle cuando intentaba salir del país rumbo a Argelia, y otro en un suburbio al norte de París. Ambos son considerados piezas clave en el robo de las joyas de la corona francesa, sustraídas del corazón del museo más visitado del mundo.
El golpe ocurrió el domingo 19 de octubre. Eran las primeras horas de la mañana cuando un camión de mudanza se estacionó frente a la fachada principal del Louvre. Cuatro hombres vestidos con cascos y chalecos reflectantes descendieron de la unidad, fingiendo realizar trabajos de mantenimiento. Con precisión quirúrgica subieron por una plataforma elevadora, rompieron los candados de acceso lateral y entraron a la Galería de Apolo: el recinto que guarda algunas de las piezas más valiosas del tesoro real francés.
Ahí, en menos de ocho minutos, reventaron vitrinas con cortadoras especializadas y se llevaron ocho joyas, entre coronas, collares y adornos reales, valuadas en más de 88 millones de euros. Después huyeron en dos motocicletas, dejando atrás un silencio que pronto se convirtió en escándalo internacional.
En el sitio quedaron guantes, cascos, radios de comunicación y herramientas con huellas de ADN que, según las investigaciones, permitieron ubicar a los sospechosos y seguir su rastro. Los detenidos, ambos de alrededor de 30 años, son originarios de la región de Seine-Saint-Denis, un área conocida por la presencia de redes dedicadas al contrabando y tráfico de arte.
Las autoridades francesas confirmaron que el operativo fue ejecutado con apoyo de la Gendarmería y de la Policía Nacional. El Ministerio del Interior informó que los arrestos se realizaron sin disparos, aunque uno de los implicados habría intentado escapar. Ambos están bajo custodia y enfrentan cargos por robo en banda organizada, asociación delictuosa y daño al patrimonio cultural de Francia.
Hasta ahora, las joyas no han sido recuperadas. Los investigadores creen que pudieron haber sido desmanteladas o trasladadas a Bélgica o los Países Bajos, rutas tradicionales del mercado negro de arte y metales preciosos. La hipótesis más fuerte apunta a que el grupo formaba parte de una red internacional dedicada al robo y comercialización de piezas históricas, con vínculos en Europa del Este y Medio Oriente.
El robo ha generado una crisis en la seguridad del museo. Desde el lunes, la dirección del Louvre reforzó las medidas de resguardo y revisa los protocolos internos. En un comunicado, la ministra de Cultura calificó el asalto como “un atentado contra la memoria de Francia” y ordenó una auditoría sobre los sistemas de vigilancia. Las cámaras del recinto captaron la entrada de los ladrones, pero la respuesta de seguridad tardó casi quince minutos, tiempo suficiente para ejecutar la fuga.
Fuera del museo, el impacto también ha sido simbólico. Miles de parisinos acudieron en los días siguientes al recinto para ver de cerca las vitrinas vacías. Las imágenes de los espacios protegidos por cinta amarilla recorrieron el mundo. Las redes sociales se llenaron de comparaciones con el robo al Museo de Dresde en Alemania en 2019, cuando desaparecieron piezas del siglo XVIII con un valor similar.
La prensa francesa ha descrito el atraco como “el robo del siglo”. No solo por el valor de las piezas, sino por el modo en que los autores burlaron los controles de uno de los edificios más vigilados del planeta.
Los investigadores reconstruyen minuto a minuto lo ocurrido: los falsos obreros ingresaron por una puerta lateral con una orden de trabajo falsificada, neutralizaron los sensores térmicos con aerosoles refrigerantes y cortaron el vidrio blindado de las vitrinas sin activar las alarmas principales.
Mientras la investigación avanza, la Fiscalía de París mantiene bajo reserva los nombres de los detenidos. De acuerdo con las autoridades, ambos pertenecen a una célula que había planeado el robo durante meses. Uno de ellos, presuntamente, habría trabajado antes en una empresa de mantenimiento contratada por el museo.
El caso ha reavivado la discusión sobre la seguridad en los museos europeos y la vulnerabilidad de los bienes culturales. Expertos en arte señalan que, en la última década, el número de robos de alto perfil ha aumentado en medio de un mercado clandestino que busca piezas exclusivas para coleccionistas privados o grupos criminales que las usan como moneda de cambio.
En París, la indignación se mezcla con la incredulidad. El Louvre, símbolo de la civilización francesa y hogar de la Mona Lisa, fue despojado en cuestión de minutos de parte de su herencia real.
El gobierno prometió “recuperar hasta la última joya” y reforzar la protección de los museos nacionales. Pero por ahora, el mayor tesoro de Francia sigue desaparecido… y los ecos de la madrugada del 19 de octubre aún resuenan bajo las bóvedas del Louvre.