La ofensiva militar de Israel contra los militantes del grupo Hezbolá en Líbano ha provocado un desplazamiento interno masivo, afectando a más de 600 mil personas, según informó la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Este conflicto ha generado una crisis humanitaria de magnitudes catastróficas en un país que ya enfrentaba desafíos socioeconómicos significativos. La ONU advirtió sobre el agravamiento de la situación y subrayó la necesidad urgente de un alto el fuego y medidas de asistencia internacional.
Los enfrentamientos entre Hezbolá e Israel se han intensificado en las últimas semanas, con Hezbolá anunciando que sus combatientes han estado involucrados en choques directos con las fuerzas israelíes en el sur de Líbano. Utilizando armas propulsadas por cohetes, el grupo libanés busca repeler los intentos de las tropas israelíes de cruzar la frontera. Este intercambio de fuego ha exacerbado las tensiones en una región ya frágil, aumentando el temor de que el conflicto pueda escalar a niveles aún más destructivos.
Jeanine Hennis-Plasschaert, coordinadora especial de la ONU para Líbano, destacó la gravedad de la situación al referirse al conflicto como una "crisis humanitaria de proporciones catastróficas". En una conferencia de prensa, hizo un llamamiento para que todas las partes involucradas, incluidas las autoridades israelíes, trabajen hacia una desescalada del conflicto. Hennis-Plasschaert expresó su esperanza de que Israel también esté dispuesto a unirse a los llamamientos internacionales en favor de la paz y la distensión en la región.
Israel ha intensificado sus ataques aéreos contra bastiones de Hezbolá, centrándose en áreas del sur y el este de Líbano, así como en la periferia sur de Beirut. Estos bombardeos han causado la muerte de más de mil 100 personas en solo dos semanas y han obligado a más de un millón de libaneses a huir de sus hogares, buscando refugio en zonas más seguras. La situación ha dejado a decenas de miles de personas en condiciones extremadamente precarias, sin acceso adecuado a alimentos, agua, o atención médica.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha sido firme en su postura, advirtiendo a la población libanesa sobre las consecuencias de no deshacerse de Hezbolá. En un discurso reciente, Netanyahu amenazó con una "destrucción" similar a la que ha ocurrido en Gaza si el grupo militante continúa utilizando Líbano como base para lanzar ataques contra Israel. Hezbolá comenzó sus operaciones contra Israel justo después de que Hamás, el aliado palestino del grupo, llevara a cabo un ataque masivo contra Israel el 7 de octubre de 2023, lo que desató la actual guerra en Gaza.
Por su parte, el coordinador humanitario de la ONU para Líbano, Imran Riza, declaró que el país está atravesando "uno de los periodos más mortíferos" de su historia reciente. Riza también señaló que de los 600 mil desplazados internos, más de 350 mil son niños. Las condiciones de vida para estas familias son extremadamente duras, ya que muchas han sido forzadas a abandonar sus hogares con poco más que lo que podían llevar consigo.
A pesar de la devastación, Israel ha dejado claro que no descarta realizar ataques contra infraestructuras civiles clave, como el aeropuerto internacional de Beirut y las principales carreteras que conectan el país. Miles de personas continúan huyendo de Líbano, ya sea por aire o carretera, buscando refugio en países vecinos o en zonas del norte menos afectadas por el conflicto. El embajador de Israel ante la ONU, Danny Danon, defendió estas acciones al afirmar que su país tiene el derecho de defenderse de cualquier amenaza potencial lanzada desde territorio libanés. "No atacamos a civiles", declaró Danon, "pero si descubrimos que Hezbolá está utilizando estas áreas para preparar ataques contra Israel, tomaremos las medidas necesarias para proteger a nuestra población".
La comunidad internacional ha expresado su preocupación por el creciente número de víctimas civiles y ha instado a las partes a evitar un mayor derramamiento de sangre. Sin embargo, los esfuerzos diplomáticos para lograr un alto el fuego aún no han tenido éxito, y la situación en el terreno sigue siendo extremadamente volátil. Mientras tanto, las agencias humanitarias intentan brindar ayuda a los desplazados y a los afectados por los combates, aunque las condiciones de seguridad dificultan su trabajo.
La crisis en Líbano es un recordatorio de las complejidades del conflicto en Oriente Medio, donde las tensiones políticas, religiosas y territoriales han convertido a la región en un polvorín listo para explotar en cualquier momento. Con más de 600 mil personas desplazadas y un futuro incierto, la comunidad internacional tiene ante sí un desafío monumental para mitigar el sufrimiento y prevenir una catástrofe aún mayor.