
Un hombre que empujaba un carrito de supermercado por las calles del Centro de Puebla, poco antes del amanecer, no levantó sospechas. Lo vieron pasar entre la penumbra de la Privada Tamaulipas, entre la 4 Sur y el Bulevar Héroes del 5 de Mayo, sin prisa y sin rumbo. Eran las 6:40 de la mañana del viernes 17 de octubre. El ruido de las ruedas sobre el pavimento apenas se escuchaba. Minutos después, ese mismo carrito se convertiría en el centro de una escena de horror: dentro de él yacía el cuerpo sin vida de una mujer.
Apenas pasaron 15 minutos y un vecino llamó a emergencias. Cuando llegaron los paramédicos, confirmaron lo que ya era evidente: la víctima, de entre 25 y 30 años, no tenía signos vitales. Estaba en ropa interior y presentaba huellas visibles de violencia. No llevaba identificación. Los agentes de la Policía Municipal acordonaron el área, mientras a un costado el carrito azul quedó inmóvil, rodeado por cinta amarilla. La Fiscalía General del Estado (FGE) inició las diligencias.
El seguimiento de las cámaras de seguridad reveló la secuencia previa al llamado de alerta.
A las 5:42 de la mañana, una camioneta gris ingresó en sentido contrario por la misma calle. De ella bajaron dos hombres. Uno sostenía el cuerpo envuelto en una manta. Lo colocaron en el carrito y se alejaron sin prisa. Poco después, un hombre en situación de calle apareció empujando el mismo carrito. Según explicó la fiscal Idamis Pastor Betancourt, el indigente no fue el asesino.
“El hombre empujaba el carrito sin saber lo que llevaba. Lo tomó en esa misma calle, con la manta encima. Cuando la tela se cayó, vio el cuerpo y lo dejó ahí mismo”, declaró la funcionaria. La fiscal precisó que el cuerpo fue bajado directamente de una camioneta y que el indigente solo cruzó por el lugar.
“Las cámaras muestran claramente el momento en que los responsables descargan a la mujer. Minutos después aparece el indigente y toma el carrito”, señaló. El cuerpo pertenece a una mujer de entre 25 y 30 años, de complexión media y cabello oscuro. Los peritos del Servicio Médico Forense confirmaron que presentaba lesiones producidas antes de la muerte.
“Torturada no, sí maltratada”, aclaró la fiscal al ser cuestionada sobre posibles agresiones sexuales o tortura. Hasta ahora, no se encontraron signos de abuso, pero sí golpes y marcas de violencia física.
El caso fue clasificado como feminicidio, y la víctima sigue sin identificar. Ningún familiar ha acudido a reclamar el cuerpo. El Instituto de Ciencias Forenses realiza estudios genéticos para establecer su identidad y determinar si hay reportes previos de desaparición.
Colectivos feministas y organizaciones civiles salieron a exigir justicia. El grupo Vivas Nos Queremos Puebla escribió en redes sociales: “Las mujeres no se tiran en carritos de supermercado. No fue un accidente. Fue un feminicidio.”
Durante la tarde del sábado, activistas y vecinas del barrio de El Carmen colocaron flores y veladoras sobre la banqueta donde quedó detenido el carrito azul. En una cartulina se leía: “Una más, y seguimos contando.”
Hasta ahora no hay detenidos. Los investigadores revisan las rutas de la camioneta desde la cual se bajó el cuerpo y las posibles conexiones con los otros tres homicidios ocurridos en la zona.
Mientras tanto, el carrito azul permanece bajo resguardo en los patios de evidencias de la Fiscalía. En el punto donde fue encontrado, vecinos dejaron velas encendidas que aún resisten la lluvia y el polvo.
Este crimen se suma a una serie de casos ocurridos desde agosto en el Centro Histórico de Puebla.
El 22 de agosto, dos cuerpos emplayados fueron hallados cerca del Mercado 5 de Mayo; el 24, otro cadáver apareció dentro de un tambo azul en la 18 Poniente; el 15 de septiembre, una persona asesinada fue localizada en el barrio de Analco; y el 17 de octubre, esta mujer fue abandonada dentro de un carrito de supermercado en El Carmen Huexotitla.
Dichos crímenes apuntan a que el Centro Histórico, reconocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad, atraviesa una crisis de seguridad. Las calles de El Carmen, Analco y Los Sapos son señaladas por los vecinos como focos de peligro: robos, consumo de droga y violencia nocturna.